Cerrar la boca
"Callarse sigue siendo el reto más inalcanzable de la humanidad"
Galicia
Llegará un día que alguien se deje un micrófono abierto, por despiste, y con la confianza de que nadie lo escucha, se ponga a hablar maravillas con un amigo de un jefe o de un compañero o de Abascal. Y también quizá se monte una gordísima. No sé qué produce más miedo, que hablen mal de ti, que digan que eres un mamarracho, un enchufado, un inepto, un traidor, un aprovechado, un miserable, un grandísimo hijo de puta, en resumen, o que te pongan por las nubes y digan que no hay ser en el mundo más sincero, honesto, amable, solidario, inteligente, delgado, alto, con pelo, atractivo y, en general, menos hijo puta que tú. Quién se iba a creer esto último, cómo no pensar que se trató de una cruel y deleznable ironía, y que en el fondo, quedarías mejor si te criticasen directamente. Parece mentira que uno aún pueda caer en la trampa mortal de decir lo que piensa con un micrófono o una cámara cerca. Hace unos meses, durante la actuación de Navidad en el colegio de mi hija, vi a dos padres manteniendo una conversación mientras se cubrían la boca con las manos. A saber el traje que le estarían haciendo a los niños. Pero saber qué decían era lo de menos. Me fascinó el celo que ponían en levantar un muro entre sus palabras y la atención ajena. Sin embargo, pese a ser conscientes de que nuestra intimidad corre cada día más riesgo de quedar expuesta, siempre habrá quien no acierte a cerrar la boca. Callarse sigue siendo el reto más inalcanzable de la humanidad.
