Joseph Bell, el ‘alter ego’ literario de Sherlock Holmes
El cirujano Joseph Bell, profesor de la Universidad de Edimburgo y precursor de la medicina forense, fue la principal inspiración, sin duda alguna, para el detective Sherlock Holmes

Joseph Bell, el ‘padre’ de Sherlock Holmes
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Y lo sabemos porque el propio Arthur Conan Doyle, en su libro autobiográfico “Memorias y aventuras”, así lo reconoce cuando trabajó como su asistente en la década de 1870 y quedó impresionado por su increíble capacidad de observación y deducción. Bell enseñaba a sus alumnos a observar minuciosamente los detalles de un paciente antes de hacer preguntas. Podía deducir la profesión o procedencia de una persona solo por su ropa, sus manos o su acento. Este enfoque es exactamente el que usa Holmes cuando analiza a sus clientes o el escenario de un crimen.
Bell aplicaba el método científico al diagnóstico médico, algo que Conan Doyle trasladó a la investigación criminal de Holmes. En un tiempo donde la policía aún confiaba mucho en confesiones y suposiciones, Holmes (como Bell) se basaba en pruebas y lógica. De hecho, en ocasiones fue consultado por la policía escocesa y por Scotland Yard en investigaciones criminales y ayudó a resolver asesinatos y robos con su capacidad de deducción. Bell reconoció su influencia en Sherlock Holmes y, en una carta a Conan Doyle, escribió con humor: "Usted ha convertido a su viejo profesor en un detective, ¿eh?" Así fue. Bell falleció el 4 de octubre de 1911 a la edad de 73 años y está enterrado en el cementerio de Edimburgo.
También Conan Doyle se inspiró en otro personaje real para crear al profesor Moriarty, como fue Adam Worth, un criminal del siglo XIX conocido como el "Napoleón del crimen", título que Sherlock Holmes le otorga a Moriarty en El problema final.
Y para Irene Adler, el único personaje que logra vencer a Sherlock Holmes en la novela Escándalo en Bohemia, se pudo haber inspirado en Lola Montez, una famosa bailarina, actriz y cortesana de origen irlandés que se hizo pasar por española y que fue amante del rey Luis I de Baviera. E incluso otros personajes de sus novelas, como el profesor Challenger, que aparece en “El mundo perdido” (1912), un científico excéntrico y arrogante, también está basado en un profesor que tuvo en Edimburgo, en concreto en Ernest Rutherford, quien llegó a conseguir el Premio Nobel de Química.
Y en todos ellos hay algo de la vida personal de Conan Doyle, porque tal como confiesa en sus memorias: “Creo que es difícil encontrar una vida más variada que la mía en cuanto a experiencias y aventuras. He conocido la pobreza y cierta prosperidad económica. He departido con muchos de los hombres más notables de mi tiempo. He disfrutado de una larga carrera literaria, tras una formación médica coronada con el doctorado en Edimburgo... Mi vida ha estado pespunteada de aventuras de toda suerte”.