El holandés donante
A partir de ahora, cada donante holandés de semen solo podrá tener un máximo de doce descendientes

Ignacio Martínez de Pisón: "El holandés donante"
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Madrid
Resulta que en Holanda hay un montón de hombres que sueñan con esparcir su ADN y, en cuanto tienen un ratito, se pasan por el banco de semen y hacen un pequeño ingreso. De ese modo, algunos de esos hombres han llegado a tener hasta… setenta y cinco hijos: ¡eso sí que es sacarle réditos a sus ahorros!
Las autoridades lo tienen claro: con tantos hermanastros sueltos por ahí que no saben que lo son, el riesgo de incestos masivos es evidente. Vamos, que la historia de Carmen Díez de Rivera enamorándose sin saberlo de un hermano suyo, hijo también de Ramón Serrano Suñer, seguiría siendo excepcional en España pero en los Países Bajos sería ya lo habitual.
Así que, a partir de ahora, cada donante holandés de semen solo podrá tener un máximo de doce descendientes. ¿Doce? Me siguen pareciendo muchos. ¿Tener doce hijos como las familias del Opus y, encima, que te los críen otros? En fin, lo que en los donantes de riñón apreciamos como altruismo en los de semen solo percibimos egoísmo.
Me pregunto cómo puede alguien estar tan orgulloso de su información genética como para tratar de llenar el mundo de criaturas con su misma nariz, sus mismas orejas, su misma barbilla. Yo a esos señores les diría que uno y no más, Santo Tomás. O, ya puestos, me las arreglaría para desconectar el congelador, porque está claro que son gente que se tiene en muy alta estima, y nos sobran motivos para creer que la petulancia es hereditaria.