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Enrique Jardiel Poncela, el humor inteligente

Hizo un teatro renovador y a veces provocador. Llevó a cabo una revolución en las formas narrativas, utilizando variedades de prosa nunca antes empleadas. Se anticipó a los guionistas de humor contemporáneo

Enrique Jardiel Poncela, el teatro de lo absurdo

Enrique Jardiel Poncela, el teatro de lo absurdo

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Toda su obra forma parte de la literatura jardielesca, original e innovadora. Esta originalidad es fruto de su inconformismo, que rompe con la tradición y la rutina narrativa del XIX. Con apenas 18 años ya colaboraba en revistas como Buen Humor, Gutiérrez o La Codorniz. Publicaba cuentos, artículos y relatos humorísticos en los que ya se notaba su estilo absurdo, irónico, inteligente y su crítica velada a la sociedad burguesa.

En la década de 1930, Jardiel revoluciona la escena teatral española. Mientras el teatro realista y social dominaba los escenarios (con Jacinto Benavente, por ejemplo), él apuesta por una comedia sofisticada y absurda, influenciada por el cine mudo, el vodevil y el surrealismo. Algunas de sus obras más conocidas son "Eloísa está debajo de un almendro", "Los ladrones somos gente honrada", "Un marido de ida y vuelta" (que fue plagiada por el británico Noel Coward en “Un espíritu burlón”), "Usted tiene ojos de mujer fatal" o "Cuatro corazones con freno y marcha atrás".

Sus obras mezclaban humor, crítica social, enredos inverosímiles y títulos memorables. En 1933 viaja a Hollywood donde fue contratado por la productora Fox para que escribiera los guiones de las versiones en español de sus películas, recomendado por su amigo José López Rubio. Llevó al cine su comedia "Angelina o el honor de un brigadier" y, pese a las reticencias de los productores de la Fox, la rodó en verso y fue un éxito. Y creó un nuevo género, los llamados "celuloides rancios", que consistían en insertar comentarios humorísticos sobre películas mudas, parodiando lo que decían las imágenes.

Durante la Guerra Civil Española su humor fue silenciado por su postura conservadora. Al terminar la guerra, regresa a Madrid y retoma su actividad teatral, con enorme éxito de público. Los críticos teatrales no siempre lo trataban bien. Un día escribió en un cartel publicitario: “Obra no recomendada por la crítica.” Y vendió más entradas que nunca. Pedro Laín Entralgo ya habló de la “otra generación del 27”, la de los renovadores del humor contemporáneo.

En sus últimos años sufrió problemas económicos, enfermedades y una profunda decepción con el mundo literario. Aunque llenaba teatros, seguía sin ser del todo valorado por la crítica académica. Murió a los 50 años de un cáncer de laringe. En su tumba dejó su irónico epitafio: “Si buscáis los máximos elogios, moríos”. Quince días después de su fallecimiento su querido perro Bobby murió de tristeza.

Una de sus frases memorables fue: “En la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen; la gran mayoría de los sueños se roncan”.

 

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