Buscando al culpable
Si al final hubiese un responsable, siempre podrá invocar aquello de los hermanos Vicario, cuando asesinaron a Santiago Nasar, en Crónica de una muerte anunciada: «Lo matamos a conciencia, pero somos inocentes».

Galicia
En el momento que volvió la electricidad, y empezó la búsqueda del responsable de que se fuese, ya todos estábamos enfrascados en nuestras propias persecuciones. Es la esencia de cada mañana: te levantas y comienzas a ir detrás de algo. No pocas veces lo buscado se resiste a ser descubierto. Hace una semana, desapareció un cuchillo en casa. Le tengo cariño porque es el único que corta. Nadie lo había tocado, como ocurre siempre en estas circunstancias, cuando algo no aparece. Ser culpable, al fin y al cabo, es un sentimiento feísimo. Nadie quiere asomarse a él. Despareció, pues, sin que lo tocásemos. Lo perseguimos por todas partes. Cuando los rincones plausibles se agotaron, continuamos por los absurdos: la nevera, los maceteros, el cubo de la basura, debajo de la cama, entre los cojines del sofá. Las cosas perdidas se encuentran o en su sitio natural, o donde es imposible que aparezcan. O no se encuentran, claro. Pasó, sin embargo, algo que ocurre en muchísimas búsquedas: que encontré otra cosa que había dejado de buscar hacía tiempo: unas gafas de sol. Cabe la posibilidad de que saber qué pasó con el apagón se haga más difícil que dar con el cuchillo. En estos casos tampoco nadie toca nada, y es probable que la electricidad se perdiese sola. Después de todo, anda como loca. Si al final hubiese un responsable, siempre podrá invocar aquello de los hermanos Vicario, cuando asesinaron a Santiago Nasar, en Crónica de una muerte anunciada: «Lo matamos a conciencia, pero somos inocentes».




