De niños y perros

Buenos Aires

Corría por el puerto de Mahón, en Menorca, cuando se cruzó un escarabajo, cambié el paso para no aplastarlo y estuve a punto de caer al mar. ¿De dónde provenía ese respeto repentino por la vida de un insecto? La respuesta era obvia: contagio. Hace unos años viajábamos en auto con el hombre con quien vivo y, de pronto, una familia de patos cruzó la ruta. Él hizo una maniobra tan brusca para esquivarlos que casi nos matamos. No soporta la idea de un animal herido. Alguien le dijo que padece fatiga por compasión, un estado que produce angustia en quienes son conscientes del sufrimiento animal. Yo creo que no tiene ningún padecimiento sino que está en un nivel evolutivo distinto. Llegó más rápido a un lugar al que todavía no llegamos todos. La relación entre humanos y animales está cambiando a toda velocidad. Los zoológicos cierran, un mono vestido de manicero hasta ayer parecía simpático pero ahora resulta indignante, los animales son designados como personas no-humanas. Hace poco me pregunté, en un texto, si las generaciones futuras contemplarán el vínculo entre humanos y animales de estos años como contemplamos ahora la esclavitud o la idea de razas inferiores y superiores: con espanto. La misma mañana en que salí a correr me habían despertado los gritos de una criatura. Abrí la ventana y vi a un hombre zamarreando a una nena de unos cinco años. Le gritaba en francés “Quedate acá” y la aplastaba contra el piso. La nena intentaba ponerse de pie, lloraba con desesperación. Pasaron un hombre y una mujer pero no hicieron nada. Yo grité: “Dejá de sacudirla, bajo ya mismo”. Cuando llegué a la calle no estaban. La rapidez con que cambia nuestra relación con los animales no parece tener correlato en los vínculos entre seres humanos, que más bien involucionan. En 2012, la Organización Internacional del trabajo estimó que 20.9 millones de personas eran víctimas de trabajo forzoso a nivel mundial. En 2016, esa cifra había subido a 24.9 millones. En 2022, a 27.6 millones. Según la Fundación ANAR, entre 2018 y 2022 la violencia contra niñas y adolescentes había aumentado un 39,7 por ciento en España. Según UNICEF, en 2024 unos 1600 millones de niños y niñas padecieron castigos violentos en su hogar. Me pregunte qué hubieran hecho las personas que pasaban por la calle si el hombre, en vez de zamarrear a una nena, hubiera pateado a un perro. La respuesta que encontré no me gustó nada.