Un minuto insoportable
Durante ese ínfimo minuto, en lugar de esclavos, o peones, nos volveríamos dueños del tiempo; lo haríamos nuestro y de nadie más

Galicia
A veces me pregunto qué pasaría si durante un minuto, solo un minuto irrisorio, no hiciésemos nada al mismo tiempo, absolutamente nada, ni levantar un brazo, ni mover un dedo, ni desplazar la cadera, ni volver el cuello, ni rotar un pie, ni toser, ni hablar, ni mirar de reojo al móvil. En un mundo en el que nunca existió tanta acción, movimiento, transferencia, intercambio, velocidad, seguramente algo espeluznante sucedería si de pronto no ocurriese nada porque nos quedamos quietos.
No habría alza de precios, record de beneficios, abusos de poder, no habría quien lanzase bombas, quien las fabricase, quien extrajese petróleo, no habría violencia física o verbal, malos gestos, mentiras que difundir, estafas, goles, notificaciones, ruido. Colapsaría la realidad, caería momentáneamente al vacío, y se hablaría de una revolución individual y colectiva, terrorífica a la vez que pacífica; se reescribiría la historia. No hacer nada, no pulsar la tecla de enviar, no consumir, no generar riqueza o pobreza expresamente, tiene algo de alucinógeno.
Durante ese ínfimo minuto, en lugar de esclavos, o peones, nos volveríamos dueños del tiempo; lo haríamos nuestro y de nadie más. Reduciríamos el estrés, la ansiedad, mejoraría nuestra salud. Nos situaríamos fuera de un engranaje para el que solo somos combustible. Recuperaríamos la atención, habitualmente disgregada en mil asuntos, y en alguna medida también el control sobre nuestras vidas. Casi da vértigo. Pero claro, esto nunca pasará. Es imposible. ¿Quién tiene un minuto enorme, descomunal, que dure como un pequeño, para quedarse parado y pensar?




