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¿Por qué tenemos cosquillas? ¿Por qué hay zonas del cuerpo especialmente sensibles a ellas? ¿Los animales tienen?: Lo último de 'La ciencia en Hora 25'

Patricia Fernández de Lis explica todo lo que sabemos sobre las cosquillas

¿Por qué tenemos cosquillas?

¿Por qué tenemos cosquillas?

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Madrid

Las cosquillas son uno de los grandes misterios de la ciencia. ¿Por qué hay personas que tienen muchas, muchísimas cosquillas, y otras que nada, que incluso lo odian? ¿Por qué hay algunas zonas más sensibles que otras? ¿Los animales tienen cosquillas? ¿Por qué incluso los que tenemos muchas cosquillas no nos las podemos hacer a nosotros, necesitamos a otro? Y, en definitiva, ¿para qué sirven, cuál es la utilidad biológica de esta cosa tan aparentemente absurda que llamamos cosquillas?

La revista Science Advances publicaba una revisión de estudios en la que se plantean estas y otras preguntas fundamentales que la neurociencia todavía tiene pendientes de contestar. Hay algunos neurocientíficos realmente obsesionados con las cosquillas, desde Aristóteles hasta Darwin, múltiples científicos se han preguntado sobre los mecanismos físicos y cognitivos que se disparan con las cosquillas. Porque son un modelo muy útil para estudiar la interacción que existe entre el movimiento y las sensaciones que sentimos, y eso es muy importante en bebés como problemas psicomotrices, o en personas con problemas como el autismo o la esquizofrenia. De ahí su importancia.

Esta revisión de estudios científicos demuestra que efectivamente las zonas más sensibles suelen ser las plantas de los pies y las axilas, tanto en niños como en personas mayores.

Curiosamente, esas partes del cuerpo no son las que tienen más sensores en la piel. Entonces, ¿por qué justo ahí nos reímos, nos retorcemos cuando nos tocan?

Una de las teorías que se ha propuesto es que estas zonas son vulnerables en una pelea cuerpo a cuerpo. Según esta idea, las cosquillas serían una especie de alarma de supervivencia, una reacción rápida ante el peligro. Es decir, si te pillan con los brazos arriba o con las plantas de los pies descubiertas, claramente hay peligro…

No todo el mundo cree esta teoría... Charles Darwin por ejemplo tenía otra: pensaba que las cosquillas se relacionan con lo que se llama “el contacto atípico”. Las axilas no se tocan casi nunca, y cuando lo hacen el cuerpo lo interpreta como cosquillas. En cambio, con las plantas de los pies ocurre lo contrario: están acostumbradas al contacto fuerte con el suelo, así que un roce suave, como con los dedos, activa esa sensación. Pero sigue habiendo debate y esto sigue siendo un misterio.

¿Y Por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos? Lo que dice la ciencia es que tiene que ver con la anticipación y el factor sorpresa: básicamente, como tu cerebro sabe la sensación que vas a tener, la anula.

O sea: cuando intentamos hacernos cosquillas a nosotros mismos, el sistema motor predice las consecuencias sensoriales de ese movimiento. Como prevemos con exactitud lo que vamos a sentir en la axila, por ejemplo, la experiencia es menos intensa que cuando otra persona nos hace cosquillas.

La explicación sencilla, y la más aceptada en neurociencia, es que, para ahorrar recursos, el cerebro puede predecir y suprimir las sensaciones autogeneradas. Es decir: si el movimiento viene de mí, ya sé lo que va a pasar, puedo bajar la guardia. Por eso se atenúa la percepción de las cosquillas que nos hacemos a nosotros mismos. Pero de nuevo, se necesitan más estudios para terminar de afirmar esta hipótesis, porque no está claro.

 

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