El superhéroe Gallardo

Galicia

Un superhéroe se lanza siempre a salvar el mundo y actúa unos minutos antes de que sea tarde. Así fue tradicionalmente, lo que restaba un poco de credibilidad a los ídolos: llegaban demasiado en punto y tenían una actuación excesivamente soberbia. En ese contexto, los padres de la serie de dibujos animados South Park crearon al Capitán A Posteriori, un superhéroe normal, incluso ridículo, en el que se mirarían los que siempre saben lo que había que haber hecho. El Capitán estaba llamado a no salvar a nadie. Se limitaría a llegar tarde y explicar qué había salido mal. Recuerdo un episodio en el que un incendio devoraba un edificio con personas atrapadas. No había nada que hacer. Sería una masacre. Entonces alguien gritaba: «Mirad. En el cielo. Es él. El Capitán A Posteriori». «Qué se cuece», preguntaba el superhéroe al aterrizar. Cuando un bombero le resumía la situación, el Capitán actuaba diciendo: «Si hubiera escaleras de incendio para los pisos altos la gente podría haber bajado. Y en la azotea tenían que haber construido una estructura para que pudiese haber aterrizado un helicóptero. ¿Y ven el edificio de la izquierda? No tendría que estar ahí, porque ahora no pueden aparcar ni los bomberos. Parece que mi trabajo ha terminado. Hasta la vista». Y se iba, tan fresco. Pensé en él cuando esta semana vi actuar a otro héroe de nuestro tiempo, Miguel Ángel Gallardo, el secretario general del PSOE en Extremadura. Justo después de aforarse a la desesperada como diputado, propuso un debate sobre si de cara al futuro no habría que limitar el aforamiento para evitar abusos. Y después se fue, con su cara de hormigón.