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Carlos III el Noble, un rey de paz en tiempos turbulentos

Nació en Francia dentro de la poderosa Casa de Évreux, una rama de los Capetos. Hijo de Carlos II de Navarra, conocido como "el Malo", un monarca un tanto polémico y frente a esa herencia, Carlos III quiso reconciliar, pacificar, construir y proteger

Pompelo-Pamplona 2100 años de historia

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Cuando llegó al trono en 1387, Europa aún sufría los efectos de la Guerra de los Cien Años y de las luchas internas entre reinos. Carlos, sin embargo, optó por la diplomacia. Mantuvo buenas relaciones con Castilla, Francia y Aragón, y supo mantener a Navarra fuera de conflictos mayores. Y por eso se ganó la fama de prudente, culto y refinado, de ahí su apodo: "el Noble". Fortaleció el reino desde dentro: reorganizó la administración dándole mayor eficacia y estabilidad, promovió la construcción de edificios civiles y religiosos, muchos de los cuales aún hoy embellecen Navarra, e impulsó reformas fiscales para aliviar a los súbditos.

Hablaba varios idiomas y su corte fue un centro de cultura y arte, influida por estilos franceses e italianos.

Carlos III se casó con Leonor de Trastámara, hija de Enrique II de Castilla. Tuvieron varias hijas, entre ellas Blanca de Navarra, que le sucedería en el trono. Al no tener hijos varones, Carlos preparó a su hija para gobernar, una decisión poco común pero sabia para la época. En 1402, Blanca se casó con Martín el Joven de Sicilia, y Carlos III organizó una boda tan fastuosa que se recuerda siglos después. La ciudad de Olite se llenó de festejos, banquetes, torneos y músicos venidos de toda Europa. Dicen que el banquete fue tan grande que se montaron cocinas especiales en las plazas y que el vino corrió “como fuentes”.

A Carlos III le gustaban los símbolos elegantes. En vez de una rúbrica simple, firmaba sus cartas con un dibujo de una flor de lis, como símbolo de nobleza y belleza. Dos de sus grandes proyectos fueron la reconstrucción de la catedral de Pamplona y el Palacio Real de Olite, que lo convirtió en una joya arquitectónica de tal calibre que asombraba a propios y extraños. Era tan extraordinario que los viajeros lo comparaban con los palacios de Oriente. Tenía jardines colgantes, zonas climatizadas con braseros ocultos bajo el suelo, jaulas con animales exóticos como leones, jirafas o camellos (se cree que al menos temporalmente tuvo algunos animales traídos de África o Asia, como muestra de poder y exotismo). Se cuenta que un embajador francés exclamó al recorrer el palacio: “¡Ni en Francia he visto algo tan hermoso!”

Carlos III murió en Olite en 1425, después de casi 40 años de reinado. Fue enterrado con todos los honores en la Catedral de Pamplona. Su muerte marcó el final de una época estable. Navarra seguiría siendo independiente un tiempo más, pero Carlos fue, para muchos, el último gran rey de una Navarra libre y próspera.

 

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