Por poquísimo
No te atropelló el autobús por poco, por poco no te tocó la lotería, no llegaste a tiempo por poco, no es de tu talla por poco, o por poco la ley de amnistía es constitucional. Lo que me lleva a la conclusión de que no hay diferencia entre por poco y por mucho.
Por poquísimo
Hace año y medio se me estropeó la tostadora. Justo antes de morir estaba casi nueva y funcionaba de maravilla, como una persona. Al día siguiente quise acudir a un establecimiento de venta y reparación que hay a diez minutos de casa. Me resultó imposible. Estaba lejísimos. Tengo ya edad para saber que «diez minutos» solo es una manera de hablar, una expresión facilona cuyo significado se transforma según las circunstancias. Me convencí de que esos diez humildes minutos eran una trampa mortal que me haría perder el día entero. No piqué. Dejé pasar las semanas, los meses. Venció la garantía. Por el medio, compré una sandwichera-grill, que hizo que me olvidase aún más rápido de la tostadora. Pero hace un mes reparé en ella y la llevé a arreglar. Me pareció que iba a gastar solo diez minutos. A las dos semanas, acudí a recogerla. «¿Funciona?», pregunté. «En realidad, nunca estuvo estropeada. En cuanto la enchufamos, encendió. No hicimos nada», respondió el técnico. Cuando quise saber por qué creía que no había funcionado durante año y medio, se aventuró con una teoría: «Seguramente por culpa de una miguita de pan, que cortocircuitaba el sistema». No dejo de darle vueltas desde entonces a la miguita de pan. Qué hay más insignificante que eso. Nada. Y sin embargo, muchísimas cosas no salen como se planeaban por poco, por una miguita. No te atropelló el autobús por poco, por poco no te tocó la lotería, no llegaste a tiempo por poco, no es de tu talla por poco, o por poco la ley de amnistía es constitucional. Lo que me lleva a la conclusión de que no hay diferencia entre por poco y por mucho.