El episodio de Machado y María Zambrano en pleno exilio republicano que pone los pelos de punta: "Es terrible"
Ambos abandonaron España a finales de enero de 1939

María Zambrano y Antonio Machado

Antonio Machado (Sevilla, 1875 - Francia, 1939) pasó sus últimos días alejado de su tierra. El famoso poeta español perteneciente a la generación del 98 y ferviente defensor de la República, tuvo que huir al exilio en Francia ante la victoria del Bando Nacional dirigido por Francisco Franco. Una salida que no fue nada sencilla para el escritor, que abandonó España con lo puesto y cruzando los Pirineos a pie, acompañado por su madre de 85 años, casi ciega.
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Puso rumbo a su nueva vida a finales de enero de 1939, en medio de un tiempo invernal que le forzó a caminar durante largo tiempo con los zapatos empapados y la nostalgia a flor de piel, entre una marea humana de personas que ansiaban huir del régimen represor. Entre las miles de personas que avanzaban en dirección al país vecino, a la altura de Portbou, Machado se cruzó con una cara conocida, la de la filósofa María Zambrano.
Del interior de un Hispano-Suiza como el que utilizó Manuel Azaña, último presidente de la Segunda República, para salir de España poco antes del fin del conflicto civil, apareció la natural de Vélez-Málaga, que les tendió la mano, ofreciendo al poeta y su madre un hueco en su vehículo.
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Machado se llevó un trocito de España al exilio y pidió que lo enterraran con él: la escena quedó grabada en la retina de todos los exiliados
Pero el sevillano, a pesar de su débil estado físico, insistió en que debía permanecer junto a todo aquel que trataba de abandonar su país a pie, que su lugar estaba con el pueblo. En un gesto de solidaridad, María Zambrano optó también por abandonar su coche y unirse a Machado y el resto de refugiados en su travesía a pie en los últimos kilómetros que los separaban de Francia.
"Es muy terrible pensar ese momento de oscuridad e incertidumbre. En la frontera, los que salvan el honor de Europa son soldados senegaleses del ejército francés que les dieron lo poco que tenían, un mendrugo y un poco de queso. Un fogonazo de humanidad en mitad de aquel desastre. Porque cuando todo se viene abajo, siempre queda alguien que enciende, una lucecita. Entre el barro y la derrota, quedó claro que mientras haya alguien que camine contigo y alguien te dé un pedazo de queso, aún no está todo perdido", decía la periodista y novelista Nieves Herrero en el último programa de La Historia en Ruta, dedicado al poeta español.





