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María Ovelar: "Hay una generación que creció con Disney y ha terminado en Tinder. Ambas versiones del amor no son maravillosas"

'Suya era la noche' es la primera novela de la escritora, la historia de una generación que sale, bebe, se droga y folla. Una búsqueda del deseo en un Madrid de contrastes, entre relaciones tóxicas y superficiales

María Ovelar: "Hay una generación que creció con Disney y ha terminado en Tinder. Ambas versiones del amor no son maravillosas"

María Ovelar: "Hay una generación que creció con Disney y ha terminado en Tinder. Ambas versiones del amor no son maravillosas"

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A María Ovelar la conocimos cuando vino a traducir la entrevista que le hicimos Julia Wertz, la historietista que nos contó cómo dejó de beber en Nueva York. María es traductora, poeta, cuentista, profesora de escritura creativa, periodista y performer, también. María nos atiende desde el frío y la morriña de Galicia, desde Radio A Coruña, aunque nació bajo el calor y la mascletá de Alicante. Y vive entre el caos y la contaminación de Madrid, ciudad en la que se desarrolla buena parte de su primera novela, Suya era la noche, con la editorial Consonni.

Suya era la noche tiene dos protagonistas. O quizá tres, si sumamos la voz en cursiva, la de la conciencia. A lo mejor solo una, porque hay un juego literario muy interesante. Pero dos nombres. Victoria, la reina del pop, la instapoet, la influencer de la que hablan cientos de personas. Y Mireia, que gracias a Victoria ha conseguido en parte lo que vino a buscar a Madrid: ser aceptada y celebrada en los círculos indies, ser deseada. Pero no es suficiente: Mireia quiere ser novelista. Victoria desaparece y Mireia, para buscarla y recordarla, empieza a escribir sobre ella.

Cubierta de 'Suya era la noche', de María Ovelar

Cubierta de 'Suya era la noche', de María Ovelar / Consonni

Cubierta de 'Suya era la noche', de María Ovelar

Cubierta de 'Suya era la noche', de María Ovelar / Consonni

¿Qué te ha llevado a dar el salto de la poesía a la novela, María?

María: En realidad nunca salté de una a otra, porque siempre escribí narrativa y poesía a la vez. Lo que pasa es que tardé bastante en animarme a publicar tanto una como la otra. Trabajé en el periódico El País durante 13 años y cuando abandono la redacción, como redactora fija, me pongo a consolidar ese trabajo y primero saco dos poemarios. Pero es cierto que ya había relatos escritos míos y algunos publicados en antologías. En el año 2019 me dieron una beca justamente en Galicia, donde estoy ahora mismo, para empezar esta novela, que se llegó a llamar Un lugar en la música, porque es verdad que tenía mucha presencia la música. Ha llevado trabajo, porque soy de largo aliento, tiendo a escribir mucho. También tenía una rutina de escritura que era la del periodismo escrito, que un reportaje te puede llevar una semana, más o menos. Un poema también es más inmediato. Sin embargo, la maratón de la novela me me requería otros tiempos, otros ritmos y también otro trabajo, sobre todo a la hora de editarla. Roberto Bolaño, cuando le preguntaron una vez cuánto se tardaba en escribir un libro, dijo que escribir un libro tiene un tiempo, pero editarlo, editarlo podría estar toda la vida. Y a mí me pasó un poco eso de la edición. Tardé bastante porque tenía que cortar mucho.

Suya era la noche, como La mala costumbre de Alana Portero o Venimos del fuego de Sergio Bang, es una carta de amor a Madrid, a la noche madrileña, a una ciudad en la que desaparecen locales míticos, históricos, como el Café Central, para convertirlos en apartamentos turísticos. A Madrid, en la novela y en la vida, o la amas o la odias, como a la protagonista de tu libro. ¿Cuál es tu relación con Madrid hoy?, ¿se puede sobrevivir a Madrid o es como fingir un orgasmo?

Me encanta esta pregunta. Mi relación con Madrid se parece bastante a la de la protagonista, la verdad. Es cierto que esta no es una historia personal, está ficcionada, he fantaseado, pero sí que me he basado en experiencias propias. Mi relación con Madrid, a día de hoy, sigue siendo magnética. Madrid me sigue capturando, me siguen enamorando esos paseos que doy en bici, cruzando la ciudad, yo vivo en Lavapiés. Esa comunidad que he ido creando poco a poco con amigos de distintas esferas, no solo la musical, no solo la literaria, también la de los retiros de yoga y escritura que hago. También los bares, aunque muchos de ellos han desaparecido. Se sigue creando esta intimidad en un bar, aunque no conozcas a alguien al principio. Pero justamente en la novela trabajo la superficialidad que se da también en muchos ambientes. Esos contrastes. Madrid también es la contaminación, son las prisas. Hay una cierta ansiedad en el ambiente, hay muchísimas depresiones en Madrid, muchísima gente que se coge bajas. Es una ciudad, al final, de contrastes.

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Para Mireia, "escribir sobre su amiga es su terapia. Y su venganza: la quiere tanto como la detesta". ¿Te ha pasado a ti también con Victoria? ¿Cómo es la naturaleza de esta chica que quiere ser feliz, pero también libre y a la que podemos llegar a amar y a odiar?

Victoria, como bien describes, también está hecha de contrastes. Es una protagonista que desde el principio vemos cómo construye este arco de personaje. Ella de pequeña sufre bullying, así que tiene una inseguridad, una autoestima un poco baja y a la vez está moldeada por su hermano mayor, que es quien le introduce en el mundo de la música, en ese misterio, en esa magia y en esa promesa que podría llegar a ser Madrid. Ella cree ser deseante, tener agencia dentro del deseo. Hay un momento en el que describo como que intenta hacer una performance del deseo, convertirse en un arquetipo, el de femme fatale. Intenta agradar al otro, moldearse al deseo del otro, ella cree que está siendo deseante y está siendo activa, cuando en realidad está siendo pasiva. Muchas veces me daban ganas de decir por favor, espabila, porque se mete en unas dinámicas de relaciones tóxicas en pareja, pero también le sucede dentro de otros ámbitos, como el creativo o el laboral. Yo estaba leyendo, en literatura, muchas voces empoderadas, con narradoras empoderadas, disidentes, y yo necesitaba también meter las manos en el fango. En esas oscuridades. El MeToo sucedió en el año 2017 y la sentencia de la Manada que nos echó a la calle en 2018. Pero es que antes de eso ha habido muchísimas prácticas silenciadas. La historia de Victoria arranca justo después de la sentencia de La Manada, pero hay una especie de analepsis, de flashback para ver todas estas prácticas sobre las que, para mí, no se ha puesto suficiente el foco.

"El deseo que la anuda le corta la respiración", leemos. Nos decían Sara Torres y Erika Lust en La Hora Extra que el deseo y el placer son resistencia, son poder, herramientas políticas que hay que decolonizar, desde una mirada no falocéntrica y anticapitalista. Imagino que estás de acuerdo, ¿cómo ha marcado el MeToo, aunque no se mencione explícitamente en la novela, a las mujeres que quieren adueñarse de su deseo?

Estoy bastante de acuerdo con Sara y con Erika en que hay unos códigos que están establecidos culturalmente y, para desmontarlos, tenemos también que imaginar. Imaginar con ternura, como cuando Erika está rodando sus escenas de porno. No centrarse absolutamente, como hace el porno todo el rato, en el falo. En otros códigos, por ejemplo, las manos. Las manos que tienen tanto poder erótico en las relaciones también, por ejemplo lésbicas. Y también en el autoplacer, que olvidamos muchas veces. En esta novela he intentado centrarme en los cinco sentidos. Cuando hay escenas eróticas, muchas se narran también desde el olfato, desde el tacto. El tacto es una herramienta esencial en Suya era la noche. Victoria es muy sensible, pero se mueve por unos círculos que son muy epidérmicos, la gente se queda muy en la superficie. Se da cuenta de que es mejor ponerse una máscara y crearse un personaje que va por ahí ensayando. Victoria activa y desactiva, aprende y desaprende su deseo. Al principio tiene una relación lésbica con Pati, amiga suya desde que eran pequeñas, pero les falta esta herramienta tan necesaria que es el diálogo y empiezan a engañarse. Victoria también miente por tenerlo todo, también por intentar tener un hombre, se queda encadenada a una performance, finge orgasmos, finde todo. Y es incapaz de hablar de muchas de las cosas que ahora nos parecen mucho más sencillas, después del MeToo. Hay un antes y un después de la sentencia de La Manada en la novela, aunque no se cite, pero sí que vertebra cronológica y estructuralmente los capítulos de la novela. El momento en el que Mireia decide escribir sobre Victoria es justamente después de esta sentencia, aunque yo no lo diga. Hay una conciencia colectiva que se despertó gracias, sobre todo, al diálogo. Gracias también a unas consignas que fuimos tejiendo entre todos, todas, entre todes y que nos hicieron reflexionar. Pero hay que recordar que el motor de esta novela es el deseo de escritura y es ese deseo de escritura el que le lleva a Mireia a reflexionar sobre cosas que estaban completamente amnésicas. De repente, el símbolo de un moratón por la mañana es lo que te pone sobre la pista de que algo sucedió la noche anterior.

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Hay un hombre protagonista en la novela, Adán. El periodista respetado con pase VIP a festivales. Un señor que nunca comparte sentimientos, pero que deja asomar los enfados a base de ausencias. Adán le saca más de 15 años, y ella es su puta, su niña, su zorra, su musa. ¿Te ha costado escribir esas relaciones tan tóxicas, sentimentales y también sexuales, que son bastante crudas?

Sí, reconozco que me costó en algunos momentos porque dan ganas, como a una buena amiga, de decirle a Victoria 'no lo estás viendo, sal de ahí'. Pero es muy fácil decirlo desde fuera. Las relaciones tóxicas y los abusos a veces son como las arenas movedizas. Tienes ahí un pie puesto y de repente te traga. Y es muy difícil salir. Como decía, creo que uno de los sortilegios es la conversación, la ternura, las amigas, las redes. Pero yo sigo teniendo, a día de hoy, amigas que están en relaciones abusivas, psicológicamente abusivas y que tienden a repetirse en el tiempo. Con estas ausencias, por ejemplo, este silencio de castigo del que hablabas. Al final, la generación que sale también retratada en este libro, a través de Victoria y de Mireia, es una generación que creció con Disney y que ha terminado en Tinder y ambas versiones del amor tampoco es que sean maravillosas. En el caso de Disney, por ejemplo, en la novela, aparte de de Adán, sale Alegre, un personaje que la gente me decía que es el más simpático. Y yo decía bueno, sí, ok, vale, pero está esa conversación que Alegre tiene con Victoria, en la que se muestra como el príncipe que va a rescatarla. Como en Disney. Al final somos la sociedad del amor líquido de Bauman, en la que te tienes que acostumbrar a unos vínculos que son muy inmediatos, pero que son cero placenteros, porque no llegan a ser profundos, no se crea intimidad. Luego, la relación de Adán con Victoria es muy tormentosa y muchas lectoras y muchos lectores me han escrito diciendo que se han sentido reconocidos. Hubo un lector de unos 50 años, en la presentación de Salamanca en la que alguien del público preguntó: ¿Tú crees que esta novela la entenderán los hombres y las mujeres? Llevamos leyendo libros escritos por hombres toda la vida. Los hemos entendido. Vosotros sois igual de inteligentes que nosotras, Así que creo que sí. Y este hombre, que había estado en dos presentaciones mías de los poemarios y había leído el libro antes de venir, dijo que se reconoció en algunos de los comportamientos que describo de los hombres. Y que tiene dos hijos de 17 y 18 años, hijo e hija, y que la persona que realmente quiere que se lo lea es su hijo. Esto es maravilloso.

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Ella piensa que es culpable, no ve las pequeñas señales porque es lo que ha aprendido desde pequeña, en la intimidad y en la sociedad, como nos contaba María Velasco con Primera Sangre. ¿Cómo marcó el síndrome de Alcàsser, que mencionas en la novela, a toda una generación de niñas, María? ¿Cómo se sigue responsabilizando a las mujeres de llevar la falda muy corta?

Sí, gracias por hacerme esta pregunta. Es algo sobre lo que he reflexionado a posteriori, porque yo pertenezco a esa generación y encima soy de Alicante, de la Comunidad Valenciana y me pilló muy cerca. A posteriori vi cómo los medios de comunicación habína convertido a aquellas niñas, a las tres adolescentes, en martires prácticamente, como en cuerpos a medio hacer. Nos habla también Rebecca Makkai en la novela que publicó este año Sexto Piso (Tengo algunas preguntas para usted), justamente sobre estos asesinatos. Cuando sucedió el tema de Alcàsser yo era joven, tenía 12 años, pero los años posteriores tampoco te dejaban volver andando desde la parada del autobús. Aunque mi hermano hubiera tomado unas copas de más, era muchísimo más seguro que mi hermano me trajera en coche a casa, que iba borracho, que venirme andando de la parada de autobús, que estaba bastante cercana. Y luego esta responsabilidad, esta culpabilidad si tú tienes una conversación con alguien en un bar y luego no te apetece hacer nada, pensar que esa persona se enfadará contigo, que intentará algo. Por haber hablado con una persona, sentías una responsabilidad de cumplir, de hacer lo que esta persona desea, que es besarle, irme con esta persona a la cama, comerle la polla directamente. Esa culpabilidad se arrastra desde Alcàsser, también marcada por otros patrones que hay patriarcales desde hace siglos. Pero en mi generación fue una especie de castigo, como si aquellas niñas, aquellas adolescentes, eran las culpables por haberse subido a aquel coche y por haber salido de fiesta. Sabemos a día de hoy que no, afortunadamente entre nosotras hablamos y nos quitamos muchas veces esas culpas. Pero lo primero que tiende a hacer el cerebro en estos códigos y en estos patrones es a culpabilizarse, a señalarte a ti misma.

Victoria, como María, trabajó en un periódico y "nunca dejó de ser la becaria sexy". Hemos conversado con la escritora del mansplaining en el ámbito laboral, de cómo ha trabajado la autoficción, del periodismo, del sector editorial y si se publican demasiados libros escritos por mujeres o de cómo afectan Internet y las redes sociales a la cultura, entre clics y likes. Toda la conversación en tu plataforma de audio favorita o dándole al play.

 

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