Las visiones simbólicas de El Bosco

En este cronovisor especial, con Javier Sierra, autor de El plan maestro, y Jesús Callejo, nos desvelarán algunas claves de sus obras, muchas de las cuales son mensajes o advertencias visuales sobre la fragilidad humana, el poder de la tentación y el destino de las almas.

El Bosco no solo tomó inspiración de la Biblia, sino también de textos proféticos o visiones literarias medievales. Para este pintor flamenco el arte sería como una “puerta mística” o “membrana”. Cuadros como El Jardín de las Delicias funcionarían como puertas hacia otras dimensiones, realidades ocultas o mundos simbólicos. No solo como objetos estéticos, sino con una dimensión espiritual y esotérica. Sin olvidar la “segunda visión”, es decir, ver más allá de lo evidente, mirar no solo lo narrativo, lo figurativo, sino la geometría oculta, los símbolos escondidos, las estructuras invisibles que podrían contener mensajes o significados más profundos.

Por ejemplo, el ojo de Dios. Dentro del tríptico El Jardín de las Delicias, hay un ojo disimulado (en la geometría de un lago) que simbolizaría el ojo omnipresente de Dios, que todo lo ve. Esto generaría en quienes contemplan la pintura la sensación de ser observados. Sierra sostiene que Dalí estaba muy influenciado por El Bosco, tanto que Dalí veía en El Jardín de las Delicias una “proeza profética”.

En otros cuadros de El Bosco, como El carro de heno, Javier Sierra habla de la representación de un “hombre pez” que aparece, y lo vincula con figuras míticas del mundo antiguo (como Oannes de la tradición mesopotámica), que enseñaban conocimientos antiguos como dioses instructores (astronomía, geometría, etc.). Lo ve como un ejemplo de que El Bosco pudo haber tenido acceso a ideas simbólicas o conocimiento que normalmente se considera inaccesible para su época.

Todo ello relacionado con que El Bosco era miembro de la cofradía de Nuestra Señora y que pudo formar parte de grupos como los adamitas (o sectas con una espiritualidad radical que valoraban la inocencia, la desnudez y el retorno al estado del Edén).

En definitiva, El Bosco tiene una dimensión espiritual trascendente: arte que no solo se contempla, sino que transforma, que provoca reflexión, inquietud y que permite al espectador trascender lo cotidiano, solo si “sabemos ver”.