Tapar el mural
Todos queremos por naturaleza tapar lo que nos avergüenza. Pero la maniobra de tapar solo consigue que los demás quieran ver a toda costa.

Galicia
Aprender de la experiencia es prácticamente imposible. Y eso que es facilísimo. Quizá sea la cosa más sencilla que existe, como coger algo del suelo. Pero quién tiene inteligencia bastante para no tropezar una vez y otra en los mismos errores, ignorando el aprendizaje de las veces pasadas. Por eso entiendo que la justicia británica haya corrido a borrar el mural de Bansky en el que aparecía un juez golpeando con su mazo a un manifestante tirado en el suelo. Quién no haría una estupidez así. Todos sabemos, sin embargo, que cualquier intento por que algo no atraiga las miradas provoca justo el efecto contrario. Pero, ¿vale de algo saberlo? Ha pasado tantas veces con libros o películas que se demuestra que la experiencia es inútil. Todos queremos por naturaleza tapar lo que nos avergüenza. Pero la maniobra de tapar solo consigue que los demás quieran ver a toda costa. Lo que me lleva a una anécdota de Manuel Fraga y Pío Cabanillas, quién sabe si inventada, pero en todo caso bellísima, lo que la hace verdadera automáticamente.Sucedió un día de calor en Galicia, cuando los dos ministros de Franco pasaban en coche ante una playa vacía. «Oye, Manolo, por qué no nos bañamos», propuso Pío. Ninguno llevaba bañador. Fraga no acababa de verlo claro. Pero su amigo lo convenció. Tenían para ellos solos un arenal idílico, así que se bajaron del coche y se metieron desnudos en el agua. En ese momento, llegó a la playa un autocar con lo que parecía una excursión de alumnas de un colegio de monjas. Fraga fue el primero en salir despavorido, tapándose los huevos con las manos. Detrás, Pío Cabanillas le gritaba: «¡Manolo, la cara, la cara, los huevos no, la cara!».




