Días ni fu ni fa
En un mundo donde el razonamiento perdió la batalla frente a las emociones, lo insoportable es situarse en el medio, en los días regulares, que ni fu ni fa, de los que no cabe decir que te cambiaron la vida.
Días ni fu ni fa
Galicia
Llega siempre la hora en que todo se confunde, que no sabes si estás bien o si estás mal, si ganaste o te dieron una paliza, si hiciste lo correcto o lo que no debías. Esa hora llega siempre, pero cada vez más pronto. Me persuadí hace dos días, cuando recibí la nota del primer control de mi hija, y al abrirla vi un 8,75.«¿Ocho con setenta y cinco? ¿En serio?», dijo ella, llevándose las manos a la cabeza. El mundo parecía haberse acabado. ¡Sacaba un ocho con setenta y cinco y estaba decepcionada! Ya está, me dije, ¡tiene ambición! Empezaban, en ese instante, las grandes confusiones de la vida. De golpe, eché de menos los fines de semana que tenía carrera y si llegaba la última, regresaba contenta. No veía diferencia entre ser primera, cuarta o farolillo rojo. Lo bonito era acabar en la pizzería. Ahora estábamos, sin embargo, en ese escenario en el que tenías el éxito delante de las narices y no lo distinguías. Cualquier logro nos parece poca cosa, queremos más. Nunca es bastante, ni cuando lo tenemos todo. Vivimos en la insatisfacción. Cada vez necesitamos emociones más fuertes. Elegimos la euforia, pero si se nos niega, nos amoldamos y jugamos a estar profundamente deprimidos. En un mundo donde el razonamiento perdió la batalla frente a las emociones, lo insoportable es situarse en el medio, en los días regulares, que ni fu ni fa, de los que no cabe decir que te cambiaron la vida. A lo peor alcanzamos ya ese punto en el que ganar y perder son lo mismo. Lo que no deja de tener ventajas. E inconvenientes.