Fernando Jiménez del Oso: el misterio en casa

Su estilo sobrio, voz grave y tono pausado marcaron una época en programas como Más allá, La puerta del misterio y En busca del misterio. En sus espacios exploró desde las civilizaciones antiguas hasta la ufología, pasando por la parapsicología, la arqueología heterodoxa y las leyendas más ocultas e inquietantes. Su forma de narrar, alejada del sensacionalismo y apoyada en imágenes, convirtió a Jiménez del Oso en un comunicador de culto y referencia.

También fue escritor y director de documentales y fundó varias revistas, entre ellas Más Allá de la Ciencia y Enigmas, las cuales consolidaron su influencia en la cultura popular del misterio en España y América Latina. Incluso escribió guiones para algunos capítulos de la serie Historias para no dormir, dirigida por su gran amigo Chicho Ibáñez Serrador.

No fue ajeno al misterio en su propia persona. Una vez contó que en una tarde del mes de agosto de 1980 observó en Madrid dos objetos volantes no identificados. No en vano, es autor de El síndrome OVNI y acertó en el calificativo pues para muchos investigadores este fenómeno es un conjunto de síntomas característicos de una curiosa enfermedad: la de querer saber algo más sobre una realidad que se nos escapa entre los dedos de las manos de la ciencia más ortodoxa.

Entre sus otras obras está El imperio del sol (1991) para rendir culto a los incas y a los mochicas y, ya de paso, para desenterrar, a base de documentación, lo que esconden las señales y los guijarros de las líneas de Nazca. Y también dejó patente otro de sus temas favoritos: Brujas. Las amantes del diablo (1995) porque sabía, como buen psiquiatra, que muchas a las que condenaron por hechiceras eran unas pobres desequilibradas, solitarias y de costumbres políticamente incorrectas, que la sociedad de entonces no quiso tener compasión con ellas.

Falleció en 2005 a los 63 años, dejando tras de sí una generación de seguidores y discípulos y un legado que todavía hoy alimenta el interés por lo insólito en los medios de comunicación.

En uno de sus “Y digo yo” (en el nº 80 de la revista Enigmas) escribió con cierta ironía: “los muertos prefieren guardar en secreto lo que saben, si es que saben algo, porque vaya usted a saber lo que saben... Si vienen, que muchos los han visto, es para decir que están bien, que la tía Pepita va a palmarla pronto y cosas así. En el fondo, lo que yo quiero es hablar con Dios y que me explique; porque de otros no me fío, y como no me de buenas razones se va a enterar el muy capullo”.