Trabajar como pescador y ganar 100 euros al mes: "Ahora duermo en el barco porque no puedo pagar el alquiler"

Tarragona

Es viernes, 07:00 de la mañana. El barco pesquero El Perla atraca en el puerto de Tarragona después de pasar la noche en altamar. Esta es la primera jornada que vuelve cargado de sardinas, después de toda una semana de mal tiempo y capturas casi inexistentes. Armadores y marineros alertan desde principio de año que cada vez encuentran menos peces en sus costas. "Si pillamos, ganamos; y si no pillamos, no ganamos", resume resignado el marinero Yousef Tafka.

Un razonamiento sencillo que explica que, desde febrero, los pescadores de cerco de Tarragona hayan cobrado "como mucho, 1100 euros en siete meses", según el marinero. Él vive en un piso en Reus, a unos 15 kilómetros del puerto, y paga su hipoteca gracias a la ayuda de su hijo que trabaja en tierra.

El pescador Hamar Chikar atraviesa, sin embargo, una situación diferente. En la cubierta de El Perla cuenta que hasta hace unos meses pagaba un alquiler de 200 euros por una habitación. Ahora ha tenido que dejar su casa y vive en el barco donde trabaja. Con solo un pequeño camarote, pero sin baño ni cocina, El Perla no es un lugar pensado para vivir. Hamar se asea en los baños del muelle del puerto, se alimenta de bocadillos y acude "cuando puede" a un pequeño bar detrás del paseo marítimo, donde lo suelen invitar hasta que acumula algo de dinero para pagar.

Explica Hamar que con el modesto sueldo que cobraba entonces podía enviar algo de dinero a su familia en Marruecos, pero en los últimos siete meses, coincide con Yousef Tafka: ha ingresado "poco más de 1000 euros desde febrero". "En Nador tengo una hija de 16 años y un niño de 11. Ahora que empieza el colegio tengo que pagar 400 euros... ¿de dónde los saco?", reflexiona el marinero.

Después de 15 años trabajando en el mismo barco, ahora se plantea regresar a Marruecos al acabar la temporada: "Mi oficio es la mar, y si me fuera bien, continuaría", explica entristecido.

"Los atunes arrasan con todo"

Aunque los marineros son el eslabón más débil de la cadena, los armadores también sufren la escasez de pesca. Cuentan Josep Miquel Budesca y Óscar Rillo, propietarios de dos barcos pesqueros de sardinas y boquerones en Tarragona, que difícilmente pueden llegar a fin de mes. Si ellos no ganan, explican, no ganan tampoco los marineros, y eso les llena de responsabilidad: "Nosotros llevamos a bordo a ocho o nueve padres de familia... es una presión muy grande", expresan con preocupación.

En la cofradía de Tarragona, el sueldo se reparte de la siguiente manera: de los ingresos de la semana, el propietario paga primero el gasoil y la seguridad social. De lo que queda, el 40% de los beneficios va para el armador y los gastos del puerto, y el 60% se reparte entre la tripulación.

La pregunta que surge entonces es: ¿por qué no hay sardinas en Tarragona? Los armadores culpan de ello a los atunes, que se escapan de los viveros, se reproducen y se alimentan de las sardinas que ellos se dedican a capturar. Además, cuentan, les rompen las redes y les causan destrozos en los barcos.

El profesor de Bioquímica y Biologia Molecular en la Universitat Rovira i Virgili, Jaume Folch, sin embargo, explica que el problema es aún más complejo: "Por el cambio climático, estas especies no encuentran agua suficientemente fría para estimular la reproducción. En Tarragona también tenemos un problema con la contaminación de los microplásticos, las praderas de posidonia donde se alimentan están en regresión, y, por si fuera poco, cada vez que vienen cinco millones de turistas a las costas todo queda esquilmado", resume el investigador, quien reclama una mayor gestión del litoral: "El ecosistema se está extinguiendo por sí mismo sin una regulación".