El amor para toda la vida está en tu cerebro: este es el componente biológico que lo explica
Esta es la condición que cumplen aquellas personas que son más propensas a formar lazos estables

El amor para toda la vida está en tu cerebro: este es el componente biológico que lo explica
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Si todavía había quien pensaba que el amor es cosa de la magia, ha pasado por los micrófonos de A vivir Miguel Pita, investigador y profesor de Genética en la Universidad Autónoma de Madrid, para desmontar este mito tras publicar el libro El cerebro enamorado: viaje biológico del sexo al divorcio. En esta nueva obra, explora el amor desde una perspectiva científica, teniendo en cuenta que el ser humano es la única especie que se enamora.
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"El amor surge como una complicación del sexo, por decirlo de una forma muy sencilla", explica. Ese viaje biológico arranca con el flechazo, que suele estar asociado, entrando en generalidades, a la atracción sexual, continúa con el enamoramiento, asociado a un momento de gran intensidad, para después apagarse. "El amor en sí mismo es una situación tan extrema y tan exigente que evoluciona a hacia un estado más apaciguado y, entonces, ahí es cuando los seres humanos tienen que plantearse si son capaces de mantenerlo", incide.
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¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando nos enamoramos?
Este amor "enloquecido", muestran diversos estudios, dura poco más de tres años, algo que hay que distinguir de ese otro amor más maduro. De hecho, una duración prologada de ese amor ansioso e intenso podría tener efectos negativos en el sistema inmunitario. Pero, ¿y qué ocurre con los amores a largo plazo? Miguel Pita comenta que hay un debate sobre si existe una predisposición biológica a tener relaciones más largas en función de la presencia de determinados receptores de neurotransmisores.
"En determinadas partes del cerebro, si tienes más receptores de vasopresina o de oxitocina, es mucho más probable que tu relación sea duradera, que transiciones bien de la locura al amor maduro, que si tienes una menor presencia. Eso puede ser una predisposición biológica a tener parejas de largo plazo", asegura. Estas hormonas están asociadas con el apego y la creación de lazos sociales.
Esto significa que, determinadas personas que cuentan con esta predisposición biológica, son más propensas a formar lazos más estables. Los estudios, por tanto, miran, por un lado, la genética de las personas y los receptores que producen, estableciendo una correlación con la duración de sus relaciones.




