Francisco de Cuéllar, superviviente de la Gran Armada
Fue un marino y soldado español célebre, principalmente, por su extraordinario relato de supervivencia tras el naufragio de varios barcos de la Armada Invencible en las costas de Irlanda en 1588

Francisco de Cuéllar, entre la heroicidad y las penurias
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Probablemente nació en Cuéllar (Segovia) o en Valladolid, aunque no está completamente confirmado. Sirvió como capitán de infantería y de mar en la Gran Armada (1588), la gran flota enviada por Felipe II contra Inglaterra. Mandaba el galeón San Pedro Mayor, una de las embarcaciones que formaban parte del escuadrón de Castilla. Tras el fracaso de la expedición y el violento temporal que dispersó a la flota en el Canal de la Mancha, su barco encalló en las costas del condado de Sligo, en Irlanda. A partir de ahí, comenzó un periplo lleno de infortunios y de mala suerte.
Francisco de Cuéllar logró sobrevivir al naufragio y vivió durante meses escondido entre campesinos y clanes irlandeses que se oponían al dominio inglés. Recorrió a pie gran parte del noroeste de Irlanda, sufriendo hambre, persecución y enfrentamientos. Su fama se debe principalmente a su misiva autobiográfica enviada a Felipe II y titulada: Carta de uno que fue en la Armada de Inglaterra y cuenta la jornada larga y extraña que hizo en Irlanda después que se perdió la Armada.
En este texto —escrito hacia 1591— Cuéllar narra con gran detalle sus experiencias, aventuras y desventuras, en Irlanda y Escocia, describiendo costumbres locales, los clanes gaélicos y su odisea angustiosa para sobrevivir. Relata cómo los ingleses que dominaban la zona mataron a la mayoría de los náufragos españoles, pero Cuéllar logró escapar milagrosamente, aunque herido, descalzo y sin provisiones.
Durante los primeros días, Cuéllar describe escenas dantescas: playas cubiertas de cuerpos, restos de barcos y soldados arrastrados por el mar. Los irlandeses locales (a los que llamaba “salvajes”) saqueaban los cadáveres en busca de metales, pero algunos mostraban compasión y le ayudaron, como los O'Rourke o los MacClancy.
Después de su regreso a España, continuó su carrera militar en otros frentes. Algunos documentos indican que sirvió en Flandes y en el Báltico bajo el mando de los Austrias españoles. Entre 1603 y 1606 residirá en Madrid y posiblemente su último destino fuera América del Sur donde se pierde su rastro y el paradero de su tumba.
Su célebre carta fue redescubierta en el siglo XIX y ha sido objeto de numerosos estudios históricos y literarios. Hoy se le recuerda como un testigo excepcional de las peripecias de la Armada Invencible y cómo pudo sobrevivir a lo imposible. En Irlanda, especialmente en Streedagh (Sligo), existen monumentos y rutas dedicadas a su memoria.




