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Gutmaro Gómez Bravo: "Una de las herencias más duraderas del franquismo ha sido la política como algo malo y peligroso"

50 años después de Franco, Hoy por Hoy analiza el desconocimiento histórico entre los jóvenes y la desinformación en redes. Expertos alertan: "La democracia no se hereda, se trabaja"

Este 20 de noviembre se cumplen 50 años de la muerte del dictador / Cadena SER

Este 20 de noviembre se cumplen 50 años de la muerte del dictador

Cuando José Antonio Martínez Soler y su hijo Erik Martínez Westley, autores de Franco para jóvenes (editorial Catarata), visitan colegios e institutos para dar charlas, suelen llevar una foto impactante: la cara hinchada y amoratada de José Antonio, de cuando fue secuestrado y torturado por la policía franquista en 1976, ya muerto el dictador.

Según Erik, "hay que mezclar los datos con las emociones". Para él, no basta con cifras: "contar la historia sin adjetivos ni adverbios, lo que son los hechos, apelando al pensamiento crítico". Pero añade algo más: "también hay que contar la historia personal. Que la gente vea que estas cicatrices que tiene mi padre no son inventadas, que no son mentira, que están ahí". Esa combinación, asegura, "nos ha funcionado bien en el libro".

Un mensaje que cuesta creer

Se trata de explicarle a los chavales lo que supusieron los 40 años de dictadura, y la cara deformada y monstruosa de Martínez Soler traslada un mensaje potente que a muchos les cuesta creer. "Pero es que tampoco se creen que a García Lorca lo mataran los franquistas y que la orden viniera de un general como Queipo de Llano, que había fusilado a catorce mil personas en Sevilla".

Al veterano periodista le escandaliza el desconocimiento sobre la historia que demuestran los jóvenes de los institutos que ha visitado: "es muy grave, pero el olvido que hicimos fue culpa nuestra y tiene este precio".

Los datos que alarman

Los datos de la encuesta de 40DB para la SER y El País hacen que muchos se lleven las manos a la cabeza: un 24 % de los jóvenes menores de 28 años considera que un régimen autoritario puede ser preferible en algunos casos, y un 20 % de los hombres jóvenes valoran positivamente el franquismo.

Algunos incluso cantan el Cara al Sol en fiestas o por la calle. Martínez Soler los ha visto en Madrid, en Marqués de Urquijo esquina Ferraz: "me estremeció, me sorprendió y además luego me dio mucha tristeza". Recuerda su infancia: "yo cantaba el Cara al Sol con el brazo en alto en el colegio de los Frailes en La Salle, en Almería, todos los días. Firmes. Y me educaron en el nacional catolicismo". Y se horroriza: "me horroriza que jóvenes, que chicas y chicos, canten los símbolos de Franco. ¿Qué está pasando? ¿Por qué?".

La respuesta se la dio su hijo: "papá, es que yo nunca he estudiado la dictadura, ni tampoco el franquismo, ni la Transición. Y vosotros en casa, ni mamá ni tú, me habéis contado nada". Martínez Soler reconoce el miedo heredado: "mi madre me decía: ‘en boca cerrada no entran moscas’, ‘las paredes oyen’, ‘no te signifiques’. Hemos crecido con mucho miedo".

"La democracia no se hereda"

A la conversación se han sumado dos profesores de Historia que se enfrentan a diario a la resistencia de muchos de sus alumnos a comprender la realidad del franquismo, provocada por la desinformación "activa, voluntaria" que corre sin freno por las redes sociales. Alcides González da clase de Historia en secundaria en Tenerife, y Gutmaro Gómez Bravo en la Universidad Complutense.

Alcides explica un error de origen: "damos por hecho que los alumnos llegan con una conciencia democrática a las aulas. Es decir, es como si la gente que naciera hoy en día fuera demócrata por nacimiento". Pero no es así: "la democracia es algo que hay que conquistar, que hay que trabajar, que hay que cultivar". En este sentido, echa de menos asignaturas troncales que transmitan a los alumnos esos valores democráticos: "nosotros no tenemos ahora materias que nos empujen a hablar de democracia en las aulas, a debatir sobre ella, a hablar de sus orígenes, de cómo se consiguió, de lo que se sufrió para conseguirla, de los derechos que gozamos hoy en día gracias a la democracia".

Negacionismo en las aulas

Es habitual que los profesores encuentren, sobre todo en los chicos, dudas y resistencias ante la crítica hacia los regímenes totalitarios o las dictaduras, y que discutan verdades históricas consensuadas. Algunos, según Alcides, "te dicen cosas aberrantes y tan absurdas como que gracias a Franco las mujeres pueden votar. Ante esta proclama es muy difícil debatir". Y añade: "siempre saltan alumnos que sencillamente niegan que hubiese fusilamientos, niegan que la mujer estuviera sometida. O sea, niegan lo más elemental, lo que más nos ha hecho sufrir la dictadura".

La historia familiar que desmonta mitos

El último libro del profesor Gutmaro Gómez Bravo, Los descendientes (editorial Crítica), es una investigación sobre su propia familia, porque la versión que le había llegado sobre la relación de su abuelo con el franquismo no le cuadraba. "La versión que me había llegado sobre mi abuelo no cuadraba", explica.

Tras recibir un expediente de más de 300 folios, descubrió la verdad: "luego sería represaliado, pero al principio, no solo apoyó el golpe de Estado, sino que fue colaborador del mismísimo Queipo de Llano".

Las familias españolas, como la sociedad en general, han estado llenas de silencio, de medias verdades, de ocultamientos y olvidos voluntarios, selectivos. Para Gutmaro esa fue una de las herencias más perversas y prolongadas del franquismo: "la política como algo malo, peligroso. El miedo. La política como problema". Pero añade una reflexión: "yo creo que ya hay otra generación, a partir de determinado momento, que tiene que hacerse preguntas. A partir del siglo XXI cambia mucho todo. Se abren también las nuevas hipótesis. Comparamos con lo que pasa fuera de Europa. Y entiendes que hay un enorme vacío, todavía. Y en lo familiar está la clave, porque la historia es común, la memoria, no".

Planes de estudio imposibles

La construcción de una historia común se enfrenta a la desinformación que alimenta la polarización, pero también a unos planes de estudios absurdos en sus ambiciones temporales: "los profesores de Historia vamos a toda leche para poder cumplimentar los currículos académicos. Por ejemplo, hasta hace unos años, en Segundo de Bachillerato se daba Historia de España. Se sigue dando, evidentemente, pero hasta hace poco había que dar desde Atapuerca hasta la Transición. Eso es una magnitud de contenidos tan tremenda que es inabarcable".

Y añade: "cuando llegamos al siglo XX, si llegamos, ya estamos muy agotados, apremiados para hacer exámenes y evaluar, justo cuando llegamos a los momentos más importantes en el desarrollo del pensamiento crítico: todo el siglo XX, cuando se produjeron las guerras".

Unas guerras —la mundial y, sobre todo, la civil— que aún marcan la conversación pública, pero sobre las que apenas hay tiempo para hablar con una mínima profundidad en las aulas españolas.

Datos que no admiten discusión

Por eso tantos chavales carecen de base, de datos ciertos y objetivos sobre los que construir su discurso, como concluye Erik: "yo puedo decir, sin adjetivos, más de 30.000 bebés robados. No digo que sea bueno o malo. Es un dato. Más de 50.000 fusilados en tiempos de paz. La cruz más grande del mundo, hecha con mano de obra esclava. Ya está. Si tú defiendes eso, pues allá tú con cómo quieres plantarte ante la vida".

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¿Por qué actualmente hay jóvenes franquistas, crítica de seis películas y una serie y el uso y mantenimiento de las tablas de cortas

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