Así fue como Napoleón cambió para siempre el significado de la palabra 'prestigio': no tiene nada que ver con el original

Madrid

"Prestigio", una palabra que evoca grandeza, origen noble o autoridad, aunque no siempre ha sido así. El término aparece en las Etimologías de San Isidoro de Sevilla, donde su origen en latín está relacionado con la charlatanería o la ilusión, por lo que podría decirse que alguien de prestigio era un tramposo y un hablador.

Derivada de la palabra latina praestigium, este término se asocia originalmente con significados como "a mano" o "presto", lo que podría relacionarse con la idea de alguien que hace malabarismos o trucos.

Sin embargo, en la Francia del siglo XIX la palabra francesa prestige comienza a dotar al término de otro significado. Rousseau define el prestigio ya en el siglo XVIII como una especie de sortilegio, ilusión o capacidad de seducir el prestigio, lo que implica que la palabra empieza a no tener una connotación tan negativa.

Posteriormente, será en la época de Napoleón Bonaparte cuando el vocablo empiece a usarse con mayor frecuencia y su sentido cambia definitivamente.

Napoleón, el malabarista

La palabra "prestigio" comienza entonces a emplearse para referirse a la habilidad del emperador. Napoleón comenzó a ser concebido como el hombre por antonomasia, lo que supuso que el "prestigio" recibiese la influencia de lo que el dirigente significaba.

A partir de entonces, el término en Francia pasó a tener un significado completamente positivo al ser este admirado por el pueblo francés. No obstante, esto no implica que el nuevo significado se alejase totalmente del original, pues en las artes diplomáticas y bélicas de Napoleón puede leerse una suerte de "malabarismos" o "juegos de manos" que estarían directamente relacionados con las primeras acepciones.

Las palabras, como las personas, evolucionan con el tiempo hasta el punto de poder pasar de un significado mayormente negativo a ser vistas como un atributo positivo.