Una modesta proposición

Galicia

Alargar las listas de espera de los hospitales para incrementar beneficios es una medida que al fin va en la buena dirección. Fortalece a un sector privado necesitado siempre de ganar más, más, mucho más, y alejar la melancolía en la que se sumerge a veces uno si se limita a sumar en lugar de multiplicar. Pero alargar esas listas aún es una modesta medida. ¿Cuánto más tiempo seguiremos pensando en pequeño, dejando pasar oportunidades que otros más decididos aprovecharán? Hay tanto que hacer, en un hospital, para que aumenten las ganancias y que realmente compense ser rico, al menos desde el punto de vista económico, frente a la tentación de ser clase media, casi pobre, que la gestión privada debería implementar medidas más audaces e impúdicas. Medidas que rechacen la necesidad de atención permanente que los pacientes creen merecer cuando se ponen enfermos. ¡La gente y sus preciosas vidas! Cuanto más empleemos la palabra «implementar», de hecho, más opciones habrá de que las compañías privadas que gestionan centros sanitarios alcancen formidables dividendos. ¿Merece la pena, realmente, volcarse en la gente mayor, por ejemplo, o en los pacientes crónicos, u ofrecer tratamientos innovadores a enfermos en las últimas, o atender a personas que después de curarse non van a irse nunca a esquiar en invierno, o a navegar en verano, o a comer a los mejores restaurantes, o a dar la vuelta al mundo, o a pagar por experiencias maravillosas y absurdas? Quizás la sanidad debiera dejar de ser universal, y la educación y la libertad de expresión. Después de todo, ¿no dicen que estamos ya en una dictadura?