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Gonzalo de Berceo, el primer poeta castellano

Un modesto clérigo riojano del siglo XIII jamás imaginó que terminaría siendo considerado miembro destacado del Mester de Clerecía y el primer escritor castellano de nombre conocido

Gonzalo de Berceo, en una ilustración de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Gonzalo de Berceo, en una ilustración de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Gonzalo nació hacia 1195 en Berceo, un lugar diminuto al abrigo de los montes riojanos y muy cerca del monasterio de San Millán de la Cogolla, uno de los grandes centros culturales y religiosos de la península. Allí recibió su primera educación y descubrió los manuscritos latinos que luego reescribiría en verso. Pero su ambición lo llevó más lejos: viajó a Palencia, sede del primer Studium Generale de España, una institución precursora de las universidades modernas. Allí se empapó de teología, derecho canónico y retórica, las herramientas que más tarde transformarían sus versos en un modelo de claridad y disciplina.

De vuelta a San Millán, Berceo se ordenó diácono y comenzó a ejercer también como notario del monasterio. Desde allí, entre registros y documentos, empezó a escribir una poesía tan novedosa como osada para su tiempo: versos en castellano (román paladino), no en latín, y en métrica de “cuaderna vía”, una estrofa de cuatro versos alejandrinos y rima consonante que se convirtió en el sello del Mester de Clerecía. Lo que Berceo pretendía era explicar la doctrina y la historia sagrada de manera que cualquiera pudiera comprenderla. Obras como “Vida de San Millán de la Cogolla”, “Vida de Santo Domingo de Silos” o “Vida de Santa Oria” presentan a personajes no como meras estampas piadosas, sino como seres humanos con sus conflictos, pruebas, dudas y victorias, casi héroes de una narrativa épica espiritual. Pero su verdadero salto literario llegó con “Milagros de Nuestra Señora”. En ellos, veinticinco en total, la Virgen María protege a sus devotos en situaciones tan variadas que podrían caber en un libro de cuentos fantásticos.

Cerca de San Millán estaba el scriptorium del monasterio de San Martín, de Albelda de Iregua (siglo X), uno de los grandes centros de copia y producción de manuscritos del norte peninsular. Allí se elaboró el Códex Albeldense o Vigilano (año 976) con 430 folios, y en el folio 12 aparece la numeración del 9 al 1 que constituye la primera en el Occidente cristiano europeo. Aunque Berceo vivió dos siglos después del apogeo de este scriptorium, existe un hilo de continuidad: Albelda y San Millán formaban parte del mismo espacio cultural riojano.

Gonzalo de Berceo murió hacia 1264, sin intuir que su obra sobreviviría a los siglos. Fue un hombre de su tiempo, de vocación pastoral y espíritu pedagógico. Pero su empeño en dignificar la lengua romancesca, su habilidad para transformar textos latinos en historias con alma, y su capacidad para acercar la cultura monástica al pueblo lo convirtieron en un pionero de la literatura española.

 

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