
La pildora de Leila Guerriero
La periodista argentina se aproxima mediante la palabra a un presente distópico
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'Mundo rugby, valores de autoconsumo', por Leila Guerriero
El 14 de noviembre, la selección argentina de rugby, conocida como Los Pumas, le ganó a los All Blacks, la selección de Nueva Zelanda, por primera vez en la historia y en el marco del campeonato Tri Nations. El 25 de noviembre falleció Maradona. El 28 Los Pumas volvieron a enfrentar a los All Blacks, que hicieron un homenaje al futbolista –colocaron sobre el césped una camiseta negra con su nombre y el número 10-, pero los Pumas no hicieron nada, salvo ponerse un diminuto brazalete negro que pasó claramente desapercibido. Llovieron críticas, Los Pumas pidieron disculpas y se pusieron un brazalete más grande. Algunos usuarios de twitter escarbaron en el bajo fondo de esa red social y encontraron que tres miembros de esa selección, Guido Petti, Santiago Socino y el capitán, Pablo Matera, habían publicado entre 2011 y 2013 una serie de tuits contra judíos, negros, empleadas domésticas y bolivianos entre los que decían cosas como “¿Qué es una empleada embarazada de trillizos? Un kit de limpieza” o “Linda mañana para salir en coche a pisar negros”. Hubo escándalo, los jugadores volvieron a pedir disculpas, la Unión Argentina de Rugby le quitó la capitanía a Matera y suspendió a los tres indefinidamente. Pero, ante la suspensión, se levantaron oleadas de protesta por parte de ex jugadores y clubes de rugby y, en solidaridad con sus compañeros, el equipo en pleno de Los Pumas amenazó con no presentarse al siguiente partido, con las consiguientes pérdidas millonarias en derechos de televisación. Entonces, la Unión Argentina de Rugby dio marcha atrás y levantó las penas. Porque, se dijo, era injusto culparlos ahora por algo que habían hecho en 2011 o 2013, cuando eran muy chicos. Porque, se dijo, no debía juzgárselos ahora como miembros de la selección nacional, cuando eso lo habían hecho sin ser parte de ella. Porque, se dijo, en los años transcurridos desde entonces habían demostrado ser sujetos íntegros. Los argumentos son raros: en 2011 o 2012 no eran chicos -tenían e
06/12/2020 | 05:31
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00:00:0005:31Visiones de visones
"El gobierno dinamarqués, solidario con la raza humana, dispuso la matanza de los 15 millones de visones criados en granjas de ese país, que de todas maneras iban a morir para alimentar la industria de las pieles".
29/11/2020 | 04:10
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00:00:0004:10'Héroes', por Leila Guerriero
En 2008 me topé por primera vez con la obra de la poeta norteamericana Louis Glück. Fue como ser embestida por un oso. Se volvió parte de mi panteón de héroes literarios y cada vez que abro un libro suyo vuelvo a sentir una suerte de insurrección química que me produce ganas de escribir o de gritar. No sé qué sintió Manuel Borrás, el fundador de la editorial valenciana Pre-Textos, cuando en los primeros años de este siglo leyó el libro Iris Salvaje, de Glück, durante una estadía en Nueva York. Pero algo debe haberle sucedido porque regresó a España con la convicción de publicarla. Justo entonces la agencia literaria Wylie, una de las más poderosas del mundo y representante de Glück, se contactó con él para ofrecerle su obra. La sincronía tiene explicaciones: Glück había estado por esos días en la casa de Mark Strand, donde había visto un libro editado por Pre-Textos, y había preguntado: “¿Qué hay que hacer para que a una le editen algo tan bello?”. Strand le respondió: “Nada más que ofrecerles uno de tus libros”. Ese cruce de caminos fue el comienzo de una historia que duró catorce años a lo largo de los cuales Borrás publicó, en ediciones bilingües y con algunos de los mejores traductores de habla hispana, siete de los once libros de Glück. Fuimos muchos los que la conocimos por él, que fue el único editor europeo interesado en su obra (en Alemania, Italia o Francia apenas se la tradujo). En octubre pasado, Glück ganó el premio Nobel. Me regocijé al escuchar cómo trataba con reticencia levantisca al tipo de la Fundación que la llamó para hacerle el anuncio, de qué manera tan humana le decía cosas como “Mire, es demasiado temprano, necesito tomarme un café”, o “Hay algunos ganadores del Nobel a los que no admiro en absoluto”. Un registro genuino de esa mujer parca que escribía versos encandilados por una lucidez que, intuyo, a veces debe resultarle dañina. Borrás se puso muy feliz y dijo que el premio era un acto de justicia poética. Pero
22/11/2020 | 06:27
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00:00:0006:27'El combustible', por Leila Guerriero
Acabo de ver en la tele a una señora repetir eso que siempre se ha escuchado mucho pero que ahora, en este mundo pandémico, se escucha más: que el ser humano es una lacra y que, si nuestra especie desapareciera, en tres días todo estaría regenerado, y las aguas, los bosques, los animales recobrarían su esplendor. He escuchado eso -el exterminio como solución- cientos de veces, casi siempre de boca de personas partidarias de la paz y de la convivencia armónica con el medio ambiente. Me pregunto si quienes dicen esto se sienten parte de la lacra que supuestamente somos; si son portadores de algún salvoconducto que, en caso de que se produjera, los eximiría de la aniquilación; o si tienen la generosidad tan encendida que son capaces de anhelar un planeta sano, pero sin ellos. Últimamente pienso mucho en los años de los que venimos, todo el siglo veinte y los comienzos del veintiuno. Han dado monstruos, claro. Pero también unas cuantas vacunas memorables contra pestes como la polio, cosas como los transplantes de órganos y el by pass, Le Corbusier, Cartier-Bresson, Glenn Gould, Lorrie Moore, los Rolling Stones, Scott Fitzgerald, Jackson Pollock, Paul T. Anderson, Amy Winhouse, Ella Fitzgerald, Hugo Pratt, Art Spiegelman, Juan Rulfo, Manuel Chaves Nogales, Kieslowski, Bergman, Almodóvar. Todos ellos nacieron en estos siglos que, parece, son un embrión inseminado por el diablo. El combustible que los hizo –el aire que respiraron, el agua que bebieron, las cosas que comieron, las guerras que contemplaron- es el mismo que nos trajo hasta estos años brutales. Yo no amo a mis semejantes como a mí misma, pero no los odio ni quiero que se extingan. En cualquier caso, somos animales desorientados, y los mejores de la especie intentan encontrar sentido a lo que parece no tenerlo. A veces con el arte, a veces con la ciencia, a veces levantando un ruedo de manera extraordinaria. O escribiendo cosas como esta: ·”Estas mañanas con suelos fríos y ventanas calientes y luz despiadada, con la certidumbre en
15/11/2020 | 04:47
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00:00:0004:47'Cuando ya no arde', por Leila Guerriero
Cómo es. Cómo es cuando ya no arde, cuando ya no late, cuando ya cesó. Cuando languidece, cuando se mitiga, cuando se marchita, cuando no se enciende. Cómo es. Cuando los recuerdos no lo encienden, cuando el sonido de su llave en la puerta no lo enciende, cuando las fotos viejas no lo encienden, cuando mirarle las manos no lo enciende. Cómo es cuando ya no hay risa, ni planes, ni emoción, ni gula, ni voracidad, ni ganas, ni entusiasmo, ni días buenos, ni simulacro, ni buenos modales. Qué se hace cuando cede, cuando se apacigua, cuando palidece, cuando se consume, cuando se seca, cuando se gasta, cuando se arruina, cuando se aleja, cuando se pierde, cuando se escapa, cuando se rompe, cuando se vicia, cuando se apaga, cuando agoniza. Qué se hace. Cuando se extingue, cuando caduca, cuando se esfuma, cuando concluye, cuando sucumbe, cuando termina, cuando se muere. Hay tantas cosas acerca de las cuales escribir. La decapitación de un profesor en un pueblo de Francia, la encíclica del Papa, el plebiscito por la reforma de la constitución en Chile, la elección presidencial en Bolivia, la elección presidencial en Estados Unidos, la vacuna, la operación de Maradona, el aniversario número setenta y cinco del peronismo en la Argentina, los confinamientos y los desconfinamientos, las actividades esenciales que casi nunca incluyen a la cultura, el conflicto en Nagorno Karabaj del que nadie habla, los quince millones de visones que masacrará o masacró Dinamarca para impedir que una mutación de covid-19 que se produjo en estos animales amenace el éxito de la vacuna para la especie humana. Todas cosas enormes, algunas de las cuales tienen o tendrán gran impacto en el precio de la comida, en el trabajo que quizás no tengamos, en el estado de bastarda depresión o de euforia maníaca con que empecemos el día. Y sin embargo, vengo aquí y elijo hablar del fin del mundo. Porque cómo se vive. Cuando se extingue, cuando caduca, cuando se esfuma, cuando concluye, cuando sucumbe, cuando termina, cuando se mu
08/11/2020 | 02:58
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00:00:0002:58'Alivio', por Leila Guerriero
Y de pronto, el alivio. Después de peregrinar durante semanas en valle de sombra de muerte, de pasar horas inmensas cocidas al fuego lento del sinsentido, de beber sin ganas, de limpiar sin ganas, de caminar sin ganas, de pronto, caprichoso y sin por qué, el alivio. Fue un domingo. Un domingo de titanio, el sol humedeciendo el cielo y una luz celeste y rubia colándose entre las hojas de las plantas, los insectos brillando como chispas sobre la tierra de las macetas, el aire transformado en pura arquitectura transparente. Un domingo con los vidrios limpios, con el cuerpo limpio, con la ropa limpia, con la cabeza como una bandeja de plata, lustrada y ejemplar. No pasó nada. Fue, simplemente, como pasar al otro lado del espejo. Me desperté tarde, a las diez. Caminé hacia el estudio y, como hacía frío, aumenté la temperatura de la calefacción. Miré por la ventana, vi la terraza de los vecinos, que estaba igual que siempre, y el edificio de la esquina, que estaba igual que siempre, y la ventana en la que suele aparecer un hombre joven hablando lenguaje de señas, y de pronto sentí que me deslizaba hacia el centro del día como una fuerza benigna, nadando en luz azul con la fluidez del agua. Sentí en el cuerpo el tiempo frondoso de la infancia, acaudalado en horas, ampuloso y lento: sentí el fulgor del pasto, el sonido del agua de las zanjas, el contacto esponjoso de las ruedas de la bicicleta con el polvo, el ardor áspero del verano. Los días como estos son peligrosos, porque se terminan. Uno se aferra a ellos con la voluntad de un náufrago sabiendo, a medida que transcurren, que quedarán atrás. Dentro de poco olvidaré que la oscuridad empuja hacia la luz, pero ahora el mundo ha estallado: no tiene límites ni los necesita. Hay un verso del argentino Arnaldo Calveyra que dice: "Cosas que me pasaron durante la infancia me están sucediendo recién ahora". Hoy, ahora, nada se ha ido lejos. Todo lo que soy lo llevo conmigo. Y, por unos días, es indestructible.
01/11/2020 | 03:21
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00:00:0003:21'Ojalá', por Leila Guerriero
Fue el miércoles a la mañana. Desde mi departamento se ve el pequeño teatro que está al otro lado de una avenida. Funciona en una casa vieja, al fondo de un largo pasillo que, en verano, está repleto de jaulas con pájaros y macetas con flores pasadas de moda, un paisaje que, por algún motivo, me hace pensar en el campo y en visitas esporádicas a parientes políticos que tenían casas con galerías cubiertas y macetas con malvones y hortensias. Yo casi nunca voy al teatro –ni a ese ni a ningún otro-, pero conozco al dueño: es un hombre de unos setenta años que abrió el sitio hace tres décadas, y lo maneja en sociedad con su hijo. En épocas normales hay mucho público, las obras se mantienen varios meses en cartel, y algunas pasan a salas más prestigiosas. Ahora está cerrado desde marzo, cuando comenzó el confinamiento obligatorio en Buenos Aires, y los teatros no tienen perspectiva de abrir. Durante todos estos meses, cada vez que salí a hacer las compras vi, debajo de la puerta de entrada, hojas secas y una cantidad asombrosa de sobres con facturas de luz, de gas, de agua, de impuestos municipales. Pero el miércoles pasado vi, desde la ventana de casa, a dos operarios que colocaban una escalera en la vereda, descolgaban el cartel del teatro e izaban, en su lugar, el de una inmobiliaria con la leyenda de Se vende o se alquila. El hombre con quien vivo estaba tomando el desayuno en la cocina y lo llamé. Le señalé el teatro y le dije: “Mirá”. Él miró. Vio el movimiento de los hombres, el ballet mortuorio de los carteles como ataúdes suspendidos en el aire, y me dijo: “Era esperable”. Después, me pasó un brazo por los hombros y siguió diciendo, sin ironía: “Pero todo va a volver cuando haya una vacuna. Apenas el mundo se ponga en marcha, van a volver los autos, el amontonamiento en el subte y en los colectivos, los bocinazos, los gritos, el smog, las palomas contaminadas, las plazas sucias de basura, las bolsas de plástico tiradas en la calle, las peleas de borrachos”. Cu
25/10/2020 | 04:15
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00:00:0004:15'Del otro lado', por Leila Guerriero
"No creo que la poesía nos haga mejores. Nos potencia, nos destila, a veces nos salva. Otras nos susurra cosas que no sabíamos que sabíamos, como esos versos de Glück con los que entendí de un golpe todo lo que necesitaba saber sobre la aniquilación y el amor"
18/10/2020 | 04:44
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00:00:0004:44'Padre de nadie', por Leila Guerriero
Me conozco poco. Soy un misterio para mí misma, pero sé que algunas cosas me hicieron, en parte, lo que soy.
11/10/2020 | 04:05
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00:00:0004:05'El exorcismo', por Leila Guerriero
"Yo rogaba tener deseos de ser otra cosa: abogada, médica. Otra cosa. Rogaba que la escritura me abandonara el cuerpo"
27/09/2020 | 04:14
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