Las bragas compradas con el canon
Lo que no sabían estos “sabuesos” inspectores era que buena parte de sus recolectas no eran solo para pagar a los autores, para pagar sus oficinas, sus sueldos, sobre todos los millonarios de sus jefes... Su celo en el trabajo tenía también unos claros beneficiarios: permitía poder seguir pagando un descomunal tren de vida de algunos imputados de la Sociedad de Autores, SGAE. El informe de Hacienda, destapado ahora por los compañeros de la SER, - enhorabuena -, sostiene que los imputados vinculados a la SGAE desviaban dinero a sus propias empresas, “colaban” gastos propios como si fuera para perseguir el “crimen” de no pagar un canon: desde viajes de lujo a jamones, alquiler de coches, apartamentos para el verano, joyas, lencería y hasta compras en el supermercado. Hasta 30 millones de los recaudados por el canon no llevaban camino de las cuentas bancarias de los autores ricos y pobres. Se trataba de compensar los “estresantes” esfuerzos de recaudar el canon con lujosos extras. Hasta se les oían argumentos de que muchos autores lo estaban pasando muy mal y de ahí supresión. Que muchos estaban arruinados por el “top manta” y otras travesuras de la tecnología. Hundidos en la miseria. Por eso su afán por proteger sus derechos, por nutrirles de dinero por su creatividad, talento, creaciones... Y hasta algunos se creían la bondad y lógica de sus medidas, sus persecuciones policiacas detrás de un conductor de autobús, el dueño de un bar o del organizador de una boda.
Pero la realidad era otra: si no pisaban tan a fondo el acelerador de la recaudación, algunas de sus “beneficios sociales” se acababan: buenos viajes, compras en el súper por la cara y hasta han podido quedar de cine regalando lencería para una fiesta particular. Pagaban los consumidores, los empresarios, ¡ los autores! Afortunadamente ya están en el punto de mira de de los jueces, imputados, con un total desprecio por parte de la sociedad, con el desprecio de muchos de esos autores que también se sientes estafados. Otros, que se han inflado de llamarnos a casi todos “chorizos”por el dichoso canon, si convendría que empezaran a analizar su papel. Miraban para la calle cuando la golfería la tenían dentro. ¿Cómo se sentirán sabiendo que mucho del dinero que se recaudaba no era para ellos sino para los bolsillos de algunos a los que han defendido a capa y espada al menos hasta hoy? Qué escándalo y que vergüenza. Me jode que el dinero que he pagado por el canon digital haya servido para que un impresentable, argumentando que lo necesitaba un autor que ha recibido mucho menos de lo que debería, haya comprado unas bragas de lujo para ligar. Todo esto me hace recordar uno de los slogan o mensajes del movimiento 15-M: “no hay pan para tanto chorizo”.




