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Antonio Pérez: 'Las extravagancias del secretario'

La terrible persecución a lo considerado pagano y herético durante el reinado de Felipe II contrasta con la realidad social del momento, una realidad en la que además del propio monarca, muchos de sus allegados eran fieles seguidores de tradiciones mágicas, cabalísticas y alquimistas

Antonio Pérez

Antonio Pérez

Éste es el caso de Antonio Pérez, el secretario más importante del Rey Prudente cuya vida siempre navegó a contracorriente, haciendo ostensible muestra de estos conocimientos arcanos.

Antonio Pérez había nacido en Madrid en 1540, estando familiarizado desde muy joven con el mundo de la política y la corte. Hijo de Gonzalo Pérez, secretario de Carlos V, y promocionado por Ruy Gómez de Silva, gracias a su sólida formación en universidades como Alcalá, Salamanca, Lovaina y Padua, a la muerte de su padre él mismo pasó a ocupar los asuntos de Italia, convirtiéndose poco después en uno de los secretarios más poderosos de Felipe II. Pero el entuerto que siguió al suceso de Juan de Escobedo acabó con la confianza que siempre había puesto el monarca en él, terminando el lance con la huida de Pérez a Francia, país en el que falleció en 1611.

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Mágia y Astrología

Pérez era una persona muy cercana al mundo de la astrología. Se sabe que no eran extrañas sus consultas al astrólogo Pedro de la Hera. Lo que no deja de ser curioso es que según señala García Mercadal en su monografía sobre la princesa de Éboli, el mismo Pedro de la Hera trabajó para los intereses de la familia de Escobedo con el fin de buscar por medio de los astros quién había sido el causante de la muerte del secretario de don Juan de Austria. Esta maniobra fue considerada por Pérez como una traición del astrólogo ya que, en vez de limitarse a "adivinar" por medio de los astros, lo que hizo Pedro de la Hera fue desvelar los secretos que le había desvelado el propio secretario.

La singularidad roza la paranoia cuando descubrimos que el clérigo Mateo Vázquez, secretario de Felipe II y enemigo acérrimo de Antonio Pérez, cuya ayuda a la familia de Escobedo tuvo como resultado la persecución del antiguo secretario, también estaba familiarizado con las visitas a Pedro de la Hera. Y digo que son singulares toda vez que Vázquez era sacerdote y, supuestamente, enemigo de cualquier tipo de superchería que pusiera en duda las líneas básicas de la fe católica.

A lo largo de su vida Pérez fue perseguido por la fama de crápula y afeminado, calificativos que derivaban de su gusto por los perfumes y el excesivo boato que rodeaba a todo lo que hacía. La fama de sus dentífricos cruzó fronteras. Él mismo se vanagloriaba de que gracias a la eficacia de sus recetas, una extraña agua que acompañaba a las plumas que usaba para limpiarse los dientes, pudo conservar todas las piezas hasta una edad muy avanzada, algo realmente extraordinario para una época en la que a partir de los 30 muchos no podían lucir una dentadura completa y mucho menos sana. De ahí viene la creencia de que el palillo fuera introducido en nuestro vecino país gracias a Pérez.

 
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