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Historia | Ocio y cultura

Marcelino Sanz de Sautuola, el gran precursor

Antonio Banderas produce una película inspirada en el descubridor de las Cuevas de Altamira

La imagen del hallazgo de las pinturas rupestres de la cueva de Altamira, muy cerca de la localidad de Santillana del Mar (Cantabria) está vinculada de forma ineludible a la figura de Marcelino Sanz de Sautuola (1831-1888). Una película producida por Antonio Banderas quiere recuperar su imagen hoy casi olvidada.

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En el año 1876 este naturalista santanderino descubrió junto a su hija María la cueva en cuyos techos aparecieron lo que tiempo después se reconocerían como la Capilla Sixtina del arte paleolítico. La entrada al recinto fue descubierta en realidad en el año 1868 por un aparcero de nombre Modesto Cubillas. Éste se encontraba buscando a su perro cuando despejó la entrada a la cueva informando poco después a su señor del hallazgo.

Casi una década después, durante una de las visitas de Sautuola a la cueva junto a su hija de nueve años, ésta descubre las pinturas rupestres de la denominada Sala de los Polícromos con la famosa sentencia de "Mira, papá, bueyes".

Un hallazgo inesperado

El descubrimiento de las pinturas se fue realizando de forma paulatina no siendo hasta 1879 cuando el prehistoriador da con el panel principal de la cueva. En 1880 publica un libro bajo el título de Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander. En él proponía por primera vez la autenticidad de las pinturas de la cueva de Altamira, propuesta por la que fue agriamente criticado. Al no existir paralelos que lo refrendaran y tratarse de un verdadero unicum, nadie dio importancia al descubrimiento cuando no llegaron a decir incluso que se trataba de una burda falsificación. Sencillamente el hombre prehistórico no podía crear obras artísticas de ese calibre.

No sería hasta tiempo después cuando el hallazgo de pinturas similares en Francia sirvió de acicate para la aceptación generalizada de la autenticidad del hallazgo cántabro. El reconocimiento oficial vino de la mano de Émile Cartailhac quien en el año 1902 publicó su Mea culpa d?un sceptique. Para entonces Sautuola llevaba muerto cuatro años. Pero el prehistoriador santanderino siempre supo que su descubrimiento, tarde o temprano, sería admitido y reconocido como algo extraordinario. ¿Por qué? No tenía duda alguna. Nadie conocía tan bien como él la realidad y la arqueología de la prehistoria.

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