Etiopía, el corazón de África
Etiopía, la legendaria Abisinia, es uno de los países más sorprendentes y desconocidos de África. El macizo Etíope, un imponente bastión natural con una altitud media de 1500 m., está bendecido por un suelo volcánico fértil y lluvias frecuentes, formando un islote verde rodeado por algunos de los desiertos más hostiles de la tierra
Madrid
El primer imperio importante de Etiopía fue Aksum (Ss. I-VII), una potencia que controlaba las rutas comerciales que, a través del Mar Rojo, conectaban el Mediterráneo con el Océano Índico. La apertura comercial permitió la entrada en el país de numerosas ideas nuevas, entre otras el cristianismo, que será la religión oficial de Etiopía tras la conversión del rey Ezana, hacia el 330.
SER Historia: Etiopía (28/12/2014)
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Su prosperidad permitió la construcción del mayor complejo palaciego del África Subsahariana, el Ta’aka Maryam, y de las famosas estelas de Aksum, impresionantes monolitos más altos que cualquier obelisco egipcio.
El colapso de Aksum en el siglo VII provoca la pérdida del acceso al mar, comenzando así el secular aislamiento etíope. Tras varios siglos de oscuridad, Etiopía resurge bajo la dinastía de los Zagwe. De estos reyes no conocemos gran cosa a excepción de su gran piedad religiosa, que se tradujo en la construcción del espectacular conjunto de las iglesias rupestres de Lalibela. Se trata de trece templos tallados en roca viva por orden del emperador Gebre Meskel Lalibela, que quiso construir en la capital del reino, Roha, su propia Jerusalén tras la toma de la ciudad santa por el caudillo musulmán Saladino.
La dinastía gobernante entre 1270 y 1974 será la de los Salomónidas. Según la tradición recogida en la epopeya nacional del Kebra Nagast (Gloria de los Reyes), la reina de Saba, Makeda, nació en tierras abisinias. Tras su célebre visita al rey Salomón volvió a su tierra embarazada de un niño, Menelik, el futuro primer negus o rey. Cuando éste creció, decidió visitar a su padre, a quien engañó para robarle el Arca de la Alianza, que desde entonces está custodiada en una pequeña capilla de la ciudad de Aksum.
En Etiopía convivieron durante siglos las tres principales monoteístas, si bien en ocasiones las fricciones entre comunidades produjeron violentos enfrentamientos. Los falashas o Beta Israel, los judíos etíopes, aseguran que su presencia en el país se remonta a la época de Menelik. Hoy quedan muy pocos en el país tras su emigración en masa a Israel en los ochenta. Los musulmanes, asentados en las llanuras costeras al norte y al este del macizo Etíope, han tenido numerosos enfrentamientos con los cristianos a lo largo de los siglos. Ya en 1529 comienza la yihad de Ahmad Grañ, el Almanzor del sultanato de Adal, a quien el Imperio cristiano sólo pudo derrotar gracias al apoyo de 400 mosqueteros portugueses en 1543.
España se fascinará por Etiopía en el siglo XVII, cuando el país se abre a los misioneros jesuitas y a los aventureros farang, el término con el que denominaba a los europeos. Pedro Páez, uno de estos jesuitas, será el primer occidental en visitar las fuentes del Nilo y describirlas con exactitud en su libro Historia de Etiopía. Además, gracias a su carisma logró nada menos que la conversión del emperador Susenyos al catolicismo. Sin embargo, a su muerte su hijo Fasiladas, constructor de los fantásticos castillos de Gondar, vuelve a la ortodoxia etíope, provocando una terrible guerra civil que supone el fin del catolicismo y la expulsión de los jesuitas.
Hasta finales del XIX Etiopía vive una nueva etapa de aislamiento y letargo, el cual será roto brutalmente por el colonialismo europeo. En 1896 los italianos invaden el país, pero, contra todo pronóstico, son derrotados por el negus Menelik II en Adua. La victoria de los abisinios supuso el respeto a su independencia, siendo junto a Liberia los dos únicos países africanos que no fueron colonizados.
Sin embargo, los italianos nunca olvidaron la afrenta de Adua. En 1935, ya gobernando Haile Selassie, Mussolini conquista el país fácilmente gracias a la aviación y a sus unidades mecanizadas, aunque en 1942 los italianos fueron expulsados gracias a la acción conjunta de la resistencia etíope y de sus aliados británicos. Haile Selassie gobernará con mano de hierro hasta 1974, cuando un golpe de estado impone un régimen comunista, el Derg. Su líder, Mengistu, será derrocado en 1991 tras una cruenta guerra civil.
Segundo país africano en población, sólo superado por Nigeria, la Etiopía de hoy es una nación con un futuro prometedor. El hecho de ser la sede de la Unión Africana y su estabilidad política atrae a numerosos inversores extranjeros, que invierten en infraestructuras, turismo e industria. Aunque aún sigue siendo una nación pobre, cada año su economía crece a pasos agigantados, sacando de la pobreza a muchos etíopes. Todo apunta a que el XXI será el siglo del renacimiento etíope.