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EL EDITORIAL DE CARLES FRANCINO

Pero no te olvides de Haití

"El primer mundo puso el pie en el cuello de Haití desde su nacimiento y ahora se pregunta –nos preguntamos- qué le pasa. Hace falta ser muy imbécil o muy cínico para no saber la respuesta"

El editorial de Carles Francino: 'Pero no te olvides de Haití'

El editorial de Carles Francino: 'Pero no te olvides de Haití'

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Madrid

Ahora que la tragedia francesa ha generado un tsunami de solidaridad internacional como hace tiempo que no recordábamos, creo es una buena oportunidad para imbuirse del espíritu de Forges y repetir ese eslogan que sigue colocando en muchas de sus viñetas: “Pero no te olvides de Haití”. Hoy se cumplen cinco años del terremoto que provocó más de 200.000 muertos en uno de los países más pobres del mundo. En la memoria quedan imágenes estremecedoras de cadáveres, de destrucción; quedan polémicas sobre si un contingente de la ONU pudo propagar la epidemia de cólera; quedan también historias de heroísmo en el rescate de víctimas…..pero por desgracia no hace falta apelar a la memoria: en el paisaje actual encontramos a más de 80.000 haitianos que siguen desplazados; hay 120 campos de acogida en condiciones de enorme precariedad; y la inmensa mayoría de la población vive –o al menos lo intenta- con dos dólares al día.

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Por eso la tenacidad de Forges con su “No te olvides de Haití” tiene todo el sentido; porque además el terremoto pudo ser una desgracia aislada, pero la historia no. Y la historia nos dice que Haití, desde que declaró la independencia en 1804, no ha levantado la cabeza. Quizás porque Francia, Estados Unidos, Portugal y España impusieron un embargo comercial tan salvaje y un pago de indemnizaciones tan elevado que resultaba imposible salir del agujero. Haití fue el primer país en abolir la esclavitud pero le costó muy caro; de hecho estuvo pagando esa deuda hasta 1860 y los últimos intereses a Francia hasta 1947. O sea que ahí tenemos la paradoja: el primer mundo puso el pie en el cuello de Haití desde su nacimiento y ahora se pregunta –nos preguntamos- qué le pasa. Hace falta ser muy imbécil o muy cínico para no saber la respuesta.

 
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