Cuando las mujeres se saltaban el papel

Madrid

Los protagonistas de Parque jurásico, más de veinte años después, han cambiado: a él le han salido músculos y dejes de machirulo y a ella, tacones. Y la pareja formada por Sam Neill y Laura Dern, en la que era ella quien acudía al rescate del hombre parece, a través de miles de notas, un feliz recuerdo. El cine de masas lleva años tirando de remakes y de secuelas; y aunque cabría pensar que la vuelta a las viejas historias vendría acompañada de personajes menos arcaicos, la industria cultural parece sentirse perezosa a la hora de desmontar estereotipos.

Tampoco el sinfín de producciones de Disney, en las que se revisitan los cuentos clásicos, pretenden saltarse el guion. Cenicienta volvió tal cual: pendiente de un príncipe que le salvara de la madrastra. Y aunque la Maléfica encarnada por Angelina Jolie desarrolló, por fin, a la villlana, no consiguió vencer las premisas de la añeja idea de la bruja. Sin embargo, y tal y como recuerda la actriz Marta Belaustegui, no todas las ficciones son así: "Y la decisión está también en la mano de los espectadores: no nos olvidemos de que son ellos quienes, al final, eligen".

Igual que hoy lo hacen las grandes trilogías de fantasía, parece que hubo un tiempo en que las mujeres fuertes enamoraron al cine, allá durante la segunda mitad del siglo XX. Ellas poblaron desde la obra de Hitchcock hasta la serie b, pasando por las primeras experiencias del thiller contemporáneo. El pico llegó, quizá, a principios de los noventa, cuando el peso de la acción de muchos taquillazos cayó sobre las interpretaciones de Geena Davis, Jamie Lee Curtis, Sharon Stone o Susan Sarandon. Al repasar las últimas grandes apuestas de Hollywood, cualquiera diría que ese momento ha pasado.

Hay más cines que el de la gran distribución, pero es este el que refleja y marca el discurso. La igualdad buscada el siglo pasado, aún encarnada por filósofas como Chantal Mouffe o Nancy Fraser, y que buscaba cambiar los valores que asociamos a las mujeres, ha dado paso otros relatos. El feminismo afirmativo de Anne Phillips, más simpático hacia las diferencias entre unas y otros, pone en valor las parcelas de la vida que siempre han ocupado ellas. Aunque aún hay referentes de aquel primer significado —Jennifer Lawrence en Los juegos del hambre—, una abrumadora cantidad de audiovisuales se inclina por este último.

Los estereotipos piden paso

Allá en los finales de los ochenta, la sociedad estuvo en guardia ante la llegada de Atracción fatal y su villana, una Glenn Close desequilibrada y peligrosa. Que la protagonista mantuviera ese perfil aturdió a un activismo dispuesto a contar la historia del revés; un murmullo que ni siquiera amaga con aparecer, décadas después, ante la sumisión de la mujer en Cincuenta sombras de Grey. Tampoco en España, cuando los chicos malos se pelean por la chica en grandes recaudadoras como A tres metros sobre el cielo o Tengo ganas de ti.

Las nuevas cazafantasmas, cuatro mujeres por primera vez en la historia de la franquicia, recogen el testigo de Bill Murray, Rick Moranis o Dan Aykroid. No están en forma y no resultan sexuales ni atractivas. Quién sabe; al otro lado del Atlántico, la obra podría entrar, incluso, en la categoría del chick flick —reclamo para chicas—. En la primera entrega, hace más de dos décadas, era Sigourney Weaver el objeto de deseo; de las pocas ocasiones en las que ella, una mujer alta y con rasgos duros, ocupaba un papel así. Y el cine, hoy, prefiere a las princesas.