Es el drama de la noche. En realidad es el drama de cada año, pero en esta edición número 88 de los Premios Oscar, la cuota negra es inexistente salvo por la presidenta de la Academia y por el maestro de ceremonias de la gala, Chris Rock. Por eso, actores como Will y Jada Smith y directores como Spike Lee, han renunciado a acudir como invitados a la gala. La polémica no se quedó ahí porque actores como Michael Caine y Charlotte Rampling llegaron a hablar incluso de «racismo contra los blancos» por el boicot a la ceremonia. En realidad la falta de diversidad es una constante en Hollywood, no solo en los Oscar, sino en la industria. Ahora la televisión parece haber tomado la delantera con el surgimiento de relatos seriéfilos que incorporan la perspectiva de la comunidad negra, como American Crime o Empire. Es un tema recurrente en muchas de las cintas nominadas este año. Por ejemplo, lo encontramos en la favorita, El renacido. La cinta del mexicano Alejandro González Iñárritu exalta la lucha por la supervivencia en un entorno hostil, con rasgos casi de apocalipsis, del hombre blanco americano. Leonardo DiCaprio sobrevive a todo tipo de atrocidades en el salvaje oeste y, por ello, está más cerca que nunca de ganar el ansiado Oscar. También Mad Max, de George Miller, tiene un héroe masculino solitario. Sin embargo, el personaje de Tom Hardy contrasta con ese grupo de mujeres empoderadas y luchadoras con Charlize Theron como lideresa. Un ejemplo más, Marte, la cinta de Ridley Scott, es una oda al heroísmo del individuo medio, luchando hasta en otro planeta por sobrevivir y volver a casa. Probablemente estamos en uno de los años con mejores papeles femeninos. Dos de las películas candidatas al gran premio, La habitación y Brooklyn, están protagonizadas por mujeres. En La habitación, Brie Larsson es una madre secuestrada junto a su hijo de cinco años que logra salir de ese cautiverio. Mientras, en Brooklyn, Saoirse Ronan es una emigrante irlandesa que marca las pautas de su propia vida con los hombres en un segundo plano. Es el relato de la migración visto por una mujer de los años 50. Ya hemos mencionado a Charlize Theron en Mad Max, como la gran heroína luchadora que no asimila el papel masculino; sino que impone una nueva identidad heroica. La chica danesa ofrece dos personajes ricos y habla de la condición femenina desde un punto de vista performativo. Cierto es que ha sido cuestionada, igual que con la serie Transparent, que el papel de transexual. La cinta de Tom Hooper y Carol, de Todd Haynes, la historia de amor de dos mujeres en los 50, han sido las dos grandes olvidadas de los premios, logrando solo nominaciones en las categorías interpretativas -gracias a sus poderosos personajes. Las dos son cintas clásicas en lo formal, pero que esconden un gran atrevimiento, gracias a un mensaje político contra el sistema patriarcal. Hace dos años se dijo que la Hollywood había ajustado cuentas con uno de los grandes pecados de su historia, el holocausto negro, premiando 12 años de esclavitud, de Steve McQueen. Es curioso que este 2016 la película favorita de los Oscar sea El renacido, una mirada a la otra gran vergüenza histórica de la fundación de Estados Unidos: el genocidio indio. Las dos películas tienen algo más en común, son directores extranjeros los encargados de exorcizar los males norteamericanos. Frente al sabor británico de otras ediciones de los Oscar, este año dos producciones irlandesas han acabado finalistas. Son La habitación y Brooklyn. La primera es el drama de Lenny Abrahamson, basado en la novela de la escritora irlandesa Emma Donoghue, sobre la maternidad. La segunda, Brooklyn, es otra adaptación literaria, en ese caso del escritor Colm Toibin. Es una particular sobre el relato, casi universal, de la emigración irlandesa en los años cincuenta a Nueva York, protagonizado por Saoirse Ronan. Un irlandés más que estará en estos Oscar, Michael Fassbender, nominado a mejor actor por Steve Jobs y eclipsado por la locura fan en torno a Leonardo DiCaprio. A los 70 años George Miller podría ganar el Oscar a mejor dirección gracias a la vibrante Mad Max, una de las películas más enérgicas de la temporada. Junto a él están en la categoría directores mucho más jóvenes, como Lenny Abrahamson o Adam McKay, que reciben su primera nominación, o Thomas McCarthy y Alejandro González Iñárritu, que podría hacer doblete, tras el Oscar del año pasado por Birdman. Dos veteranos se han quedado fuera de esta categoría aunque sí han conseguido que su película compita al Oscar. Son Steven Spielberg, con El puente de los espías, y Ridley Scott con Marte. Precisamente Ridley Scott ha sido uno de los grandes damnificados ante el miedo o la aversión -como quieran- de la Academia de Hollywood al cine de ciencia ficción. Blade Runner no tiene Oscar y tampoco el cineasta británico, que ha estado nominado en tres ocasiones, por Thelma y Louis, Gladiator y Black Hawk derribado-, pero ninguna por una cinta de este género. Tampoco la considerada por muchos como mejor película de ciencia ficción de todos los tiempos, 2001 odisea en el Espacio, de Kubrick, no ganó el Oscar. Gravity se llevó solo el Oscar a mejor dirección, aunque había sido la gran sensación del año, quizá no se atrevieron a premiar una película de género. Este año la tendencia podría cambiar. Hay dos cintas nominadas de ciencia ficción, Marte de Ridley Scott, y Mad Max, de George Miller. ¿Ganará alguna de las dos? Estamos ante una de las ediciones más descafeinadas de los últimos años. El renacido parece la favorita porque ha ganado los premios previos a los Oscar, como el Bafta y el Globo de Oro; sin embargo, no hay ninguna película que haya entusiasmado por encima de las otras. Las ocho nominadas tienen una característica común, el clasicismo de sus propuestas, ya sea en el drama, en la comedia o en la ciencia ficción. De todas, la más espectacular es Mad Max, una película de un tipo de 70 años. Los Oscar no han nominado ni a El Club, película chilena sobre la pederastia en la Iglesia católica, ni a Carol, la cinta de Todd Haynes sobre la historia de amor de dos mujeres en los años 50, ni al thriller político Sicario. Los galardones de este año parecen mucho más tibios en galas anteriores y parecen haber perdido su capacidad de liderar el camino del cine, de premiar nuevos talentos o nuevas narrativas, y quedarse en los cánones de la industria.