Una historia de vida

Estamos tan instalados en la comodidad y la queja que a veces un problema minúsculo, o de tamaño medio, se nos aparece como una montaña gigante. No diré yo que la crisis, los apuros económicos, la desigualdad, los fracasos personales, los disgustos que de vez en cuando te da la vida no merezcan su dosis de preocupación, de cabreo e incluso de lágrimas. ¡¡¡¡Faltaría más!!! Pero creo también que es muy sano –sanísimo- que de vez en cuando alguien nos sacuda. No a golpes, ¿eh?, no digo eso. Nos sacuda con una historia de esas que te deja noqueado y que te obliga a conjugar un verbo muy importante: el verbo relativizar. Por cierto, también empieza por "r"....La primera vez que escuché a alguien hablar de resiliencia fue en boca de un siquiatra, del doctor Rojas Marcos, y fue poco después de los atentados del 11-S. Se refería a familiares de víctimas, o personas directamente golpeadas por aquellos ataques, pero también a muchos neoyorquinos que quedaron absolutamente traumatizados. Ese día aprendí –y no sé si ustedes ya conocen el término-, aprendí dos cosas: que el ser humano tiene –efectivamente- capacidad para sobreponerse al dolor y a la adversidad –eso es la resiliencia- pero sobre todo que esa capacidad no conoce límites.

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Bueno, pues hoy se asoma a La Ventana otro ejemplo...yo creo que insuperable: el de un judío nacido en Frankfort, que actualmente reside en Ibiza, y cuya vida es toda una epopeya: deportado con ocho años, sobrevivió a los campos de exterminio de Auschwitz y Mauthausen. Allí perdió a sus padres, allí fue adoptado por un preso español, un republicano que jugaba al fútbol; después intentó ser cantante, se dedicó a la hostelería, se reinventó una y mil veces y ahora ha escrito un libro, que se titula precisamente "Mi resiliencia". Tengo muchas ganas de escucharle, porque es verdad eso que dicen de que una imagen vale más que mil palabras....pero una historia vale más que mil consignas. Y en días de tanto griterío y tanto postureo, un buen chute de vida –porque eso es este libro, un canto a la vida- se convierte en el mejor antídoto.