El peso de España

Madrid

Una de las ventajas de esta legislatura (la legislatura anterior, no este veranillo de San Miguel) ha sido que no nos han visto mucho fuera. Ahí sí hemos tenido un Gobierno con sentido de Estado. A mí cuando me dicen: es que España no pinta nada en el extranjero, miro para La Moncloa y pienso si no nos llega con lo que están pintando dentro para que los vean pintar fuera.

Ampliar

Cuando se dice que España ha perdido peso internacionalmente me pregunto automáticamente en qué consiste eso. La última vez que España tuvo relevancia mundial y abrió las portadas de medio planeta fue cuando apoyó la Guerra de Irak. Y tiene razón Aznar: entonces España recuperó una posición perdida en la escena internacional. La del palanganero, la del tonto útil, la del empleado que quiere ascender y pone los pies en la mesa y se deja fotografiar con la mano del jefe encima del lomo. Entonces, yo para ver esos espectáculos prefiero que los hagan en ‘El Hormiguero’, no en la Casa Blanca.

La última gran victoria internacional de España en el terreno diplomático fue colocar a Rodrigo Rato de presidente del FMI. Y cuando volvió lo colocamos al frente de Bankia. Y después dentro de un coche de la policía, que es el proceso más lógico y coherente que puede tener un hombre: FMI-Bankia-Audiencia Nacional.

Una vez le pregunté a uno de Vigo cómo llevaban allí la rivalidad histórica con Pontevedra, y contestó: “No nos hemos enterado”. La política exterior de España se resume en el tradicional requisito para llegar a La Moncloa: saber sólo un idioma. Hasta el punto de que Rajoy, que por nacimiento debería saber dos de forma natural, no sabe ni el de su comunidad. Ha hablado antes en japonés que en gallego abriendo en Tokio quién sabe qué oportunidades de negocio.