La crisis que les hizo volver a empezar

Cáritas ha emitido esta semana un informe con conclusiones demoledoras: una de cada seis personas que trabajan en España son pobres o lo que es lo mismo el 15 por ciento de la población. La cifra se dispara cuando hablamos de los parados, la tasa de pobreza se sitúa en el 44,8 por ciento. ¿Recuperación económica? Parace que los números contradicen al optimismo mostrado por el Gobierno en funciones de Mariano Rajoy, que esta semana se felicitaba por el dato del paro: por primera vez en seis años el número de personas desempleadas se sitúa por debajo de los cuatro millones, pero esa cifra esconde aún la indefensión de muchas familias. Hoy ponemos voz a aquellos que cuentan con argumentos suficientes para tornar en tristeza las alegrías de algunos políticos que hacen gala de sus logros (y con la alargada sombra del 26-J tras ellos). Estos son algunos de los rostros de la desigualdad.

Fernando tiene 44 años y lleva en el paro desde el 2010. Hoy estamos de suerte, le acaban de llamar para trabajar en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid Barajas. Comenzará el próximo 17 de junio. "Gracias a la Fundación Tengo Hogar he conseguido tener un techo bajo el que vivir y un trabajo y no me olvido de una persona que me ayudó a salir de un pozo en el que me metí hace tiempo, el padre Cruz, que dirige un centro de ayuda contra la drogacción en Albacete", nos dice. Su testimonio es un ejemplo de las miles de familias que se han visto obligadas a volver a empezar por culpa de la crisis económica. "Tengo una hija de siete años y una mujer. Mi familia. Por ellas tengo que salir adelante. Nunca hice nada malo para quedarme sin trabajo", explica. Fernando se dedicaba a las artes gráficas, pero hace seis años todo se truncó. "Me despidieron de la noche a la mañana. No encontraba trabajo, agoté las prestaciones y me tuve que marchar de mi casa porque no tenía dinero para pagar el alquiler. Todo esto con una niña muy pequeña".

"He estado en lo más bajo de la sociedad. Es muy duro, pensar en qué vas a dar de comer a tu niña cuando tienes la nevera vacía". Con el apoyo de su mujer, su hija y sus hermanos, Fernando ve la luz al final del túnel, "quiero que mi pequeña Lucía se forme, que estudie y sea la mejor. Por ella tengo que luchar". En dos semanas y, en principio durante seis meses, será mozo de caraga y descarga en Barajas. "He pasado nueve exámenes", dice con orgullo enseñando sus apuntes. "Quiero que mi hija esté orgullosa de mí".

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Pepe tiene 38 años. Hace 10 llegó a España desde Bolivia. Es músico y cantante, está casado y tiene 3 hijos. "Mi filosofía de vida es que todo lo que viene en la vida sirve para aprender, vale la pena vivirlo aunque se sufra, porque de todo se aprende". Es optimista con respecto a su futuro, en 2008 se quedó sin empleo, cantaba en un restaurante en León que por culpa de la crisis cerró. Gracias a unos amigos consiguió un contrato de trabajo y con él regularizó su situación en España.

"La vida me ha dado muchas cosas, todo lo que he sufrido, las necesidades que he pasado valen la pena como aprendizaje y lo mejor ha sido la solidaridad de la gente de aquí, eso es lo mejor", nos cuenta. "Mis hijos son lo primero, y me siento mal porque no tengo la idependencia económica para poder dar de comer a mis hijos con lo que ganamos mi mujer y yo. No quiero seguir viviendo de las ayudas, pero ahora no me queda más remedio". Pepe echa de menos a sus padres y sus hermanos, habla con ellos frecuentemente, aunque no les ve desde hace dos años, "es carísimo viajar a Bolivia y no me lo puedo permitir. Les necesito cerca y esto sí me pone realmente triste", explica emocionado. Dentro de unos días se van a mudar a un piso que han conseguido gracias a la Fundación Tengo Hogar. No les llega el dinero que gana su mujer. Se llama Raquel y trabaja cuidando a una señora mayor. "Yo he conseguido un contrato temporal en una tienda de chucherías en Madrid, pero después del verano se acaba. ¿Y luego? Lo que me gustaría es poder montar un negocio con mi mujer, de hostelería y poder dar a mis tres hijos todo lo que se merecen". "Nunca he llegado a dormir en la calle, pero la sensación de pedir en el metro aunque sea cantando, avergüenza. No se lo deseo a nadie".