El estado actual de las cosas

Madrid

El consejo europeo, es decir los jefes de Estado y de Gobierno de los estados miembros de la Unión, ha decidido posponer hasta septiembre la reunión prevista para analizar el futuro de Europa. Es una buena idea no celebrarla a mediados de julio, como se había programado inicialmente, porque el asunto es lo suficientemente interesante como para requerir un poco más de reflexión. Por supuesto, a la reunión del 16 de septiembre, en Bratislava, la capital de Eslovaquia, no será invitado el primer ministro británico, sea quien sea a esas alturas, porque, aunque formalmente para esa fecha es posible que ni tan siquiera se haya activado el famoso artículo 50 de los tratados, no tendría ningún sentido que un país que ha decidido abandonar la Unión Europea participara en una conversación sobre su futuro.

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Serán, pues, 27 los países que se reúnan para examinar, entre otras cosas, por qué muchos de sus ciudadanos expresan “su insatisfacción con el estado actual de las cosas, sea en el ámbito nacional o europeo”, tal y como se afirma, textualmente, en el comunicado de la reunión informal celebrada ayer. Efectivamente, los dirigentes europeos deberían examinar con cuidado por qué muchos ciudadanos de sus países ya no tienen esperanza en un futuro mejor y qué mensajes y reformas se podrían hacer en el ámbito europeo para cambiar ese “estado de cosas”. La salida de Gran Bretaña de la Unión podría ser la gran ocasión para ello, pero no es posible albergar mucho optimismo, a la vista del tipo de liderazgo con el que se ha venido desarrollando Europa en la última década.