La calle como espacio de debate
Los jóvenes de ayer no querían hablar ni preguntar. Querían que los otros se callaran. Meter miedo. Y eso no tiene nada que ver con la política, ni con la gente. La calle, o la universidad, como espacio donde solo habla uno, nunca ha sido una idea aceptable

Madrid
Llamar fascista o asesino a Felipe González puede parecer una tontería, a la que no cabe prestar mucha atención, algo producto de la ira de un grupo de jóvenes estudiantes mal informados. Pero no lo es.

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Los doscientos jóvenes que ayer boicotearon el acto en el que debía intervenir el ex presidente del Gobierno y el presidente del grupo Prisa (dueño de esta cadena de radio en laque hablo) tienen la obligación de saber qué es y qué fue el fascismo y saber también quienes fueron quienes lucharon contra él en España y quienes, por el contrario, lo celebraron.
Tienen la obligación de saber identificar a un fascista y saber identificar sus métodos. Primero, porque el día que tropiecen con uno, les puede salir muy caro. Y segundo, porque reproducir sus métodos y su estética, no va a ayudar en absoluto a eliminarles. Al revés, los fascistas debían estar ayer encantados. Qué éxito. Y qué fracaso para quienes quisieran discrepar legítimamente de las posiciones públicas de Felipe González o de el diario El País.
El problema con este tipo de actuaciones de fuerza es que se contagian con facilidad. “Este espacio es mío y aquí no entra ni sale nadie porque lo digo yo”, es justo lo contrario de utilizar la calle como espacio de debate y de información.
Los jóvenes de ayer no querían hablar ni preguntar. Querían que los otros se callaran. Meter miedo. Y eso no tiene nada que ver con la política, ni con la gente. La calle, o la universidad, como espacio donde solo habla uno, nunca ha sido una idea aceptable.

Soledad Gallego-Díaz
Es periodista, exdirectora del periódico 'EL PAÍS'. Actualmente firma columnas en este diario y publica...




