Consumo responsable: queremos colaborar, ¡pero sin trabas!
Madrid
Es habitual que colectivos como las asociaciones ecologistas o determinadas ONG, demanden cada cierto tiempo de los consumidores el apoyo necesario para denunciar determinados abusos, que compren algunos tipos de productos para ayudar en causas concretas, incluso que dejen de comprar otros para no favorecer prácticas que no son ecológicas, responsables, éticas…
Estos días hemos conocido la última, la de WWF, lanzando una loable guía de consumo responsable de pescado del Mediterráneo. Es verdad que al ser el tercer país consumidor de pescado de la UE, nuestro papel se antoja fundamental para que no sigan haciendo barbaridades en los mares, pero no lo es menos que chocamos nuevamente con obstáculos que para el consumidor tipo son muy difíciles de sortear. A veces, imposibles. Por ejemplo, se pide que el consumidor sepa más de los productos que va a comprar: “dónde se pescan, cómo se capturan, qué flotas han emprendido acciones para asegurar su conservación…”. En otro epígrafe del documento se dice que cuando viajemos “prueba preparaciones locales y asegúrate que no están sobreexplotados”. 0 “evita pescados de procedencia desconocida, ya que han podido ser capturados ilegalmente”. Nada fácil para los consumidores, ¿o no?
Cuando la tragedia del centro Rana Plaza, en Bangladesh, que dejó cientos de muertos, se destapó lo que muchos conocían: talleres de miseria donde hombres, mujeres y niños que trabajan en condicines infrahumanas “visten” a medio mundo con ropa en muchos casos barata – no siempre – pero que, sobre todo, hace multimillanarios a los empresarios que compran a míseros céntimos cuando venden a muchos euros. Y nos pedían colaboración a los consumidores “frenando” la compra de productos que en sus orígenes vinieran manchados de sangre, miseria, tratos inhumanos, sueldos de hambre…
¿Acaso los consumidores tienen elementos de juicio, evidencias, datos que les permitan saber cómo se hace el jesey, el pantalón o el chándal que va a comprar? ¿Tenemos garantías de que detrás de la ropa que nos acaba de entrar por el ojo hay condiciones oscuras como para no comprar? ¿Quién nos garantiza que no estamos dañando a trabajadores y empresas que, en cualquier parte del mundo, incluso los más desfavorecidos, trabaján con cierta dignidad? Y si dejamos de comprar, por intuiciones más que por indicios, ¿no estaremos perjudicando a trabajadores que no tienen otro sustento?
Son muchos los consumidores que están dispuestos a esforzarse por gastar más en ropa o café, por citar dos ejemplos, si les garantizan que detrás no hay explotación, sueldos de miseria o explotación infantil. Creo que esa batalla está más o menos ganada. Pero el problema es otro.
Están bien todas estas iniciativas, pero reivindico que hay que poner en marcha mecanismos, informaciones y todo tipo de recursos para que el consumidor esté muy bien informado, que tenga elementos de juicio fiables para decider sus compras. Por ejemplo, que el etiquetado de los pescados o de la ropa sea escrupuloso, exacto, preciso, y que las autoridades de consumo hagan que de verdad se cumpla la normativa del etiquetado, O que tengamos acceso a listados de marcas y productos “bajo sospecha”.
No sobra que estemos bien informados, pero no podemos pretender que para comprar cualquier cosa el consumidor tenga que hacer un máster...