Fascistas
El presidente electo de los Estados Unidos es un supremacista blanco, un partidario de la supremacía machista, y sobre todo, asumiendo un término que cohesiona y articula todas sus ideas, un fascista
La Columna de Almudena Grandes: 'Fascistas'
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Madrid
Acudo una vez más al diccionario, porque las palabras nunca son inocentes. La RAE define el populismo como la tendencia política que pretende atraerse a las clases populares. Y punto. La contundencia de esta definición, que no admite otras acepciones, demuestra hasta qué punto se puede manipular, retorcer y distorsionar una palabra. Hoy, para el pensamiento dominante, que no ceja en la totalitaria ambición de convertirse en pensamiento único, populista es ya cualquiera que molesta, cualquiera que no sirve a los intereses de las élites.
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El populismo no es una ideología, sino una tendencia, y afirmar lo contrario es una mentira que tiene consecuencias. Llamar populista a Trump es lavarle la cara, hacerle un favor. Porque el presidente electo de los Estados Unidos es un supremacista blanco, que defiende la superioridad de su raza sobre las demás, un partidario de la supremacía machista, y sobre todo, asumiendo un término que cohesiona y articula todas sus ideas, un fascista. El fascismo sí es una ideología, odiosa y criminal, la que Trump comparte con Farage, con Le Pen, con Orban, con Erdogan, y con tantos otros líderes de la extrema derecha mundial que se llevan una alegría cada vez que les llaman populistas.
Esta insensatez, que pretende hundir con ellos a cualquier izquierda alternativa, presente o futura, sólo sirve para fortificarles, para regalarles un parapeto tras el que seguirán conspirando y actuando como lo que son, fascistas. No sean amables con ellos, por favor. No les llamen populistas.