Relevo generacional

Madrid

Hace unos días estuve con uno de esos políticos que suenan siempre para liderar su partido. Y por supuesto siempre lo niega y dice que no aspira más que a su cargo.

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Pongamos que se trata del Partido Humanista: nombre supuesto. El típico runrún en el Partido Humanista por el relevo generacional y las luchas intestinas que están en todos los periódicos. El caso es que hablando con este político yo me preguntaba por la tradicional repercusión negativa que tiene la ambición. Y lo curioso que es que sea precisamente en el mundo del poder donde la ambición esté peor vista.

Hay algo deshonesto en ya gobernar, por ejemplo, una comunidad, y no sólo no querer gobernar un país sino casi abominar de él públicamente. Por un lado tus recetas y tu gobierno es lo mejor que le está pasando a tu ciudad y a tu comunidad, pero eso no debe de valer para una administración superior. Si es tan bueno, lo lógico es que uno piense que lo quiere para todo el mundo. Hay una contradicción en vender tu gobierno local y rechazar convertirlo en algo más.

En la política española el que gana siempre es el que más indiferencia muestra cuando se le propone para un ascenso, o el que lo niega tantas veces que no queda más remedio que hacerlo candidato. Quizás porque es la prueba de algodón de la mentira: quien mejor la practique es el más dotado para el cargo.