Medio hermana

Madrid

No me imaginaba que me sentiría así: en realidad, no sabía cómo me sentiría, porque nunca me imaginé una vida en la que no estuviera a mi lado. Han sido muchos años, todos los de los estudios, nuestra lucha común por convertirnos en alguien, o al menos, por no renunciar sin más a nuestros sueños. Dos bodas, la suya y la mía, un divorcio, el suyo, dos embarazos, varias mudanzas.

Y ahora, la vida sin ella. No hay explicación que alivie este dolor seco, esta brusca sensación de engaño. Mi mejor amiga, casi mi hermana; no me avergüenza decir que la quería. Como se inclina el corazón hacia quienes pertenecen a la familia, sin cuestionamiento, con la tranquilidad de que los defectos lo son y las virtudes pesan más, una balanza claramente inclinada hacia el platillo correcto.

Y ahora la vida sin ella, y con esta puñalada, esta traición inesperada; y el pasado, como si una hilera de álamos cayera en un bosque bien ordenado, se muestra de otra manera. No me quiso. No al menos, como yo creía. Fue testigo de mi vida con una sonrisa mientras por dentro la devoraban malas serpientes. ¿La envidia? ¿La mezquindad? ¿La rabia? Me da ya igual, porque no hay puente que pueda tenderse, ni explicación que construya lo que ha ardido. No me imaginaba que perder una amiga dolería de esta manera, más que la destrucción de amores de carne y cama. Nunca me preparé para ello. Ahora me siento sola, devastada. Yo la quería, y fue todo mentira.