Niños Mutantes: cabreo y reconciliación
Tras 20 años, ya no son tan niños pero siguen mutando. Su último disco, 'Diez', tiene ADN granaíno pero con un toque leonino
Madrid
El 2016 marcó un antes y un después en la carrera de Niños Mutantes. Ese año decidieron darse un parón de conciertos y concentrarse en su nuevo disco. Aprovecharon para viajar y Costa Rica les cautivó tanto como para componerle una canción. Pero también surgieron ciertos roces entre los componentes que casi acaban con el grupo. De ese momento de crisis también salió un tema, NM, toda una declaración de intenciones que forma parte de Diez, el décimo disco de sus más 20 años de carrera.
Entrevista a Niños Mutantes: cabreo y reconciliación
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Si el primer polvo después de la reconciliación es especial y el primer disco después de la pelea también lo es, pero en este caso por muchas razones. Primero, porque eligieron a Abraham Boba y César Verdú (León Benavente) para producir ese trabajo. Segundo, porque se grabó en un estudio de Martin Glover, Youth, en la comarca granadina del Valle de Lecrín. Y tercero porque, aunque ha sido una grabación muy placentera, la gestación fue especialmente compleja. Todo ello hizo que acabaran la grabación un día antes de lo previsto, algo que nunca pasa: "Este disco lo hemos mimado como ninguno, ha sido un trabajo de orfebrería, de pulir cada detalle. ¡Llevamos ya más discos que los Beatles! No merece la pena hacerlo sino es porque quieres asumir riesgos, porque quieres plantearte la música como un desafío y no volver a hacer lo que ya sabes" -cuenta Juan Alberto, el cantante, orgulloso del resultado- "no es el disco que va después del noveno, es mucho más".
Ese "mucho más" está en su sonido, en su ambiente y en su sabor. El sonido potente lo inyectaron los leones a los mandos, que prohibieron los instrumentos acústicos el primer día de grabación. El estudio de Youth, por donde han pasado cantantes como Paul McCartney, es el responsable de crear esa atmósfera tan mágica para los músicos: "El Valle de Lecrín es la transición entre la sierra y la costa, un valle lleno de naranjos con la nieve al fondo, un sitio muy inspirador". Esa comarca está llena de extranjeros hippies que se instalaron allí hace tiempo como Josianne Ancient que, con sus platos, se ha ganado aparecer en los créditos del disco. Su cocina tenía poco que ver con el Menú del día que cantan en el disco, lleno de rutinas y de falsas libertades.
Diez es un disco con cierto sabor a resignación. "Hemos vuelto a ser nosotros mismos. Tuvimos un momento de buen rollismo. Después de Náufragos, un disco muy marcado por la crisis, por el 15-M… un disco de rabia, vino El Futuro, no para estar todo el día echando espumarajos por la boca, sino para dar luz. Y después de eso, ahora nos sumergimos otra vez en las tinieblas. Después de ese fogonazo, de pensar que las cosas van a cambiar, es decepcionante ver que, en lo básico, todo sigue igual". Así resume Juan Alberto esa transición personal y musical de los últimos años. Porque al final, una cosa se mezcla con la otra, constantemente. Por eso concluyen que su crisis como grupo del año pasado tuvo que ver con que tocaron poco. Este año van a hacer terapia y no van a parar. Prometen no sacar temas conflictivos en la furgoneta.