El ángel azul, la Venus rubia
El 6 de mayo se cumple un cuarto de siglo de la muerte de Marlene Dietrich, la actriz y cantante que marcó toda una era en la historia del cine.
Marlene Dietrich, 25 aniversario de su muerte
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Madrid
Fuera de la pantalla no era especialmente guapa, sin embargo el maquillaje, la luz de blanco y negro, su vestuario y su increíble fotogenia hicieron de Marlene Dietrich un mito erótico. Además, estaba su voz, una voz ronca y sexy que al público le encantaba. Por eso en todas sus películas los guionistas buscaban alguna excusa para que la actriz pudiera lucirla cantando.
Marlene Dietrich nació en Berlin en 1901. Su padre era un estricto militar de la aristocracia prusiana. Estudió para violinista pero, para disgusto de su familia, la chica se sentía mucho más atraída por los cabarets donde pronto empezó a trabajar como corista.
Su gran oportunidad le llegó en 1930 cuando el director Josef von Sternberg convocó pruebas para la que iba a ser la primera película alemana hablada: “El ángel azul”. En el casting Marlene decidió utilizar una estrategia, la de la indiferencia. El director no vio a más actrices. Había encontrado justo lo que andaba buscando. Un cuerpo que era la personificación del erotismo natural y una mirada que revelaba una fascinante indiferencia. La indiferencia de una mujer capaz de arrastrar a un hombre a la ruina, convirtiendo a un ilustre profesor en un payaso patético.
Sternberg había enviado unas pruebas de lo rodado a la Paramount que por entonces andaba buscando una actriz que pudiera competir con Greta Garbo. El director y la actriz viajaron juntos a Estados Unidos y firmaron con el estudio. Su primera película allí fue “Marruecos” que causó un gran impacto entre el público. En una escena, Marlene, vestida de hombre, coqueteaba con Gary Cooper, pero acababa besando en los labios a otra mujer.
Josef Von Sternberg moldeó a su gusto la imagen de vampiresa de Marlene. Le hizo adelgazar siete kilos, extraerse las muelas del juicio para remarcar el hundimiento de sus mejillas y diseñó todos sus gestos y miradas de mujer fatal. Todas sus películas de los años 30 transmiten un erotismo poco habitual para la época y están llenas de escenas inolvidables en ese sentido. Como aquella de “El cantar de los cantares” en la que posa desnuda para un nervioso escultor.
Con Sternberg rodó siete películas que están entre lo mejor de su producción. Títulos como “El expreso de Shanghai”, “Capricho Imperial” o “El diablo es una mujer” en donde encarnaba a una española. El film fue prohibido por el gobierno de la segunda República por la pésima imagen que daba de nuestro país.
El éxito de estas películas hicieron de Marlene la actriz mejor pagada del periodo. Sin embargo, la sociedad con Sternberg se rompió definitivamente en 1936. Habían sido amantes, pero el director solo fue uno más en la larga lista de la actriz. Hombres y mujeres. Escritores como Hemingway, militares como el general Patton, artistas como Giacometti, músicos como Burt Bacharach o Edith Piaf y un sin fin de actores y actrices como Clodette Colbert, John Wayne o Yul Bryner. Todos perdían la cabeza por ella.
En realidad ya se había casado en los años 20 en Alemania con un ayudante de dirección con el que tuvo una hija y, aunque nunca se divorció de él, no hacían vida marital. No obstante siempre fueron buenos amigos y Marlene solía pasar las Navidades con él y con su hija. Durante la Segunda Guerra Mundial Marlene fue una de las estrellas de Hollywood más comprometidas en la lucha contra el nazismo. Se había nacionalizado americana en 1939 y odiaba a muerte a Hitler.
Tras la guerra la actriz espació cada vez más sus papeles en el cine pero trabajó con grandes directores como Hitchcock con el que rodó “Pánico en la escena”, Fritz Lang con el que hizo “Encubridora”, o Billy Wilder que la dirigió en “Berlin Occidente” y “Testigo de Cargo”. En 1958 trabajó con Orson Welles en “Sed de Mal” donde daba vida a una gitana adivina. Aunque es un papel secundario la actriz siempre lo citó entre sus favoritos porque fue uno de los pocos en los que no da vida a una mujer fatal.
Otra de sus mejores actuaciones es la de “Vencedores o vencidos”, una película sobre los juicios de Nuremberg. En ella se le escucha cantar la canción más clásica de su repertorio: Lili Marleen.
En los años 60 la Dietrich se fue alejando poco a poco de las pantallas y dedicándose cada vez más a la música. Hasta que en 1974 se rompió una pierna en el escenario y decidió abandonar el directo. Su última aparición en el cine llegó en 1979 en la película “Gigoló”. A partir de entonces se encerró en su residencia de Paris de donde no salía casi nunca.
No aceptaba visitas y mucho menos de periodistas. Ni siquiera accedió a mostrar su rostro en el documental que Maximilian Schell rodó sobre ella en 1984. Hablaba fuera de plano, de forma arisca, confesando por ejemplo que nunca veía sus propias películas. La actriz pasó los últimos años mirando atrás con nostalgia. Cada vez que moría uno de sus antiguos compañeros de profesión buscaba su foto y la colgaba en la pared. Así, recluida y sin querer saber nada del mundo, vivió los últimos años de su vida.
La muerte le llegó el 6 de mayo de 1992. A su cortejo fúnebre celebrado en la iglesia de La Madeleine de París asistieron miles de personas que hacían cola fuera del templo para verla por última vez. Un año después de su muerte su hija, María Riva, publicó un libro en el que le acusaba de haber sido una mala madre: una mujer altiva y egoísta. Quizá sea verdad, pero nosotros siempre veremos en ella a la artista, uno de grandes mitos de la historia del cine.
Elio Castro
Licenciado en Historia del Arte y Máster en periodismo por la Universidad Autónoma/El País. Periodista...