Prohibido cansarse

Madrid

No sé si el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra; de lo que sí estoy convencido es de la capacidad que tenemos para incorporar a nuestro paisaje vital realidades que –si uno se pone a pensar– están pidiendo a gritos una transformación total o directamente ser eliminadas; aguantamos cosas realmente incomprensibles.

Esta mañana he estado en Sevilla, en la cámara de comercio, en un foro sobre liderazgo femenino que organiza la Cadena SER, y allí antes de arrancar, la consejera de igualdad ha pedido un minuto de silencio por las tres mujeres asesinadas este fin de semana; por las tres últimas y más terribles víctimas de la violencia machista, no las únicas. Porque de las muertas, mal que bien, hablamos, pero luego hay otras miles, y miles, y miles de mujeres, que viven amenazadas, atemorizadas, maltratadas, discriminadas, o ninguneadas… y son invisibles.

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Por eso decía lo de la capacidad de aguante, aunque le podríamos llamar de otra manera; pero, de verdad, ¿cómo podemos vivir con eso? ¿Cómo podemos presumir de ser cultos y modernos? Esta mañana, después del minuto de silencio, hemos tenido una charla muy interesante, muy agradable, donde hemos hablado de educación, de desigualdad, del techo de cristal –o de cemento armado– que siguen teniendo muchas empresas cuando las mujeres quieren volar alto; de los déficits seculares que contribuyen a este panorama, de la brecha salarial, de la conciliación… y yo hace un rato de regreso a Madrid en el ave iba pensando. ¿Y esto… realmente sirve de algo? Bueno, pues creo que la respuesta es sí; rotundamente sí.

Porque la lucha contra el machismo y por la igualdad entre mujeres y hombres no es ningún espectáculo brillante, es una carrera de largo, larguísimo recorrido que consiste en picar piedra todos los días, en todos los ámbitos. Y celebrar los éxitos, que los hay; los avances, aunque parezcan modestos. Y conjurarse para que la fatiga no sea una excusa. Es cuestión de decencia.