El PP en el banquillo

La Audiencia Provincial Madrid confirmó ayer el procesamiento del Partido Popular por destruir los ordenadores de Bárcenas. Que un partido político vaya a tener que sentarse en el banquillo por una acusación penal, algo que nunca había ocurrido en nuestra historia democrática, es noticia tan sobresaliente que debería marcar un hito. Un antes y un después, para reflexionar y tomar decisiones, para poder dejar atrás un largo tiempo de vergüenza en el que nos hemos degradado viviendo en un barrizal, comparando mugres, y creyéndonos los limpios si otros estaban más sucios. A fin de iniciar un tiempo distinto, en el nivel mínimo exigido por nuestra digndidad. Pero no ocurrirá.

El Partido Popular se agazapará en la maleza de la crisis catalana, una crisis de Estado en carne viva es un escondite inmejorable. Y cometerá un error porque la corrupción también es una grave enfermedad del Estado. Yo estoy seguro de que Rajoy no la contempla así. No contempla la corrupción como una gangrena que ha devastado el organismo nacional y que le compete como gobernante. Estoy convencido de que, así como en Cataluña él cree que debe defender al Estado, en la corrupción él cree que debe defender al PP. Y al esconderse para defender al PP abdica de su responsabilidad como Jefe de Gobierno.

Nadie ha dado nunca a la corrupción importancia que tiene. Y vean ustedes, el problema de Cataluña, pese a su enorme trascendencia, no va a romper España. La corrupción, que parece tan poquita cosa, ya ha agujereado sus cimientos democráticos. La corrupción nunca desaparecerá del todo, mientras los partidos sean tan valientes para denunciar y tan cobardes para reconocer, y mientras la sigan viendo más como una munición para la guerra partidista que como una enfermedad nacional.