Esos otros eran ellos mismos

Madrid

En esta Catalunya que lleva un tiempo instalada entre la realidad y la ficción, hoy ha tocado realidad pura y dura, más incluso que esas llamadas al realismo político de este fin de semana. La realidad ha llegado en forma de sentencia judicial del caso Palau que condena a Convergència Democràtica por haber cobrado más de seis millones y medio de euros en concepto de comisiones ilegales.

Esta es la realidad que golpea al partido que lo fue todo en Catalunya, y que ahora, con otras siglas, se desmarca de aquello, argumentando que el Partido Demócrata es un partido nuevo, como si el retoque estético como es el cambio de nombre borrara de golpe el pasado de la formación. Y sobre todo porque fue el miedo a enfrentarse a las consecuencias de ese pasado lo que llevó a sus dirigentes a envolverse en la bandera independentista.

Los corruptos eran otros, nos quieren hacer creer, aunque esos otros sean ellos mismos. Artur Mas, hasta hace cinco minutos era el máximo responsable, y ayer mismo todavía reivindicaba la inocencia del extesorero del partido, condenado ahora a cuatro años de prisión. El propio Puigdemont, aspirante telemático a la Generalitat, formó parte de esa Convergencia.

La memoria es frágil y más, si con las banderas se pretenden tapar las responsabilidades políticas, y en este caso las hay, lo ha dicho la justicia.

La justicia nos ha permitido descubrir el funcionamiento, la mecánica de la corrupción de los partidos con años en el poder. Siempre es la misma se llame Palau o se llame Gürtel. Y los partidos nos han enseñado cual es su respuesta, también siempre la misma, el pasado de los otros. Nadie tiene responsabilidad sobre nada, y mientras tanto, las arcas públicas se han ido vaciando y a los ciudadanos se les ha pedido esfuerzos inhumanos. En todo esto, como ven, hay alguna pieza que no encaja.