Los ecos de un discurso

De operación de alto riesgo calificó este Ojo el discurso del Rey del 3 de octubre, apenas transcurridas 48 horas desde el desastre del día 1, el de aquella deplorable actuación policial. Alabado hasta la náusea por su firmeza españolista, dudábamos entonces, y así lo dijimos, si su discurso, tan solemne, representó con justeza el papel de árbitro y moderador que adjudica al Rey el artículo 56 de la Constitución. ¿Integró o expulsó? Careció la proclama de una mínima referencia cariñosa dedicada a los catalanes, sobre todo a quienes querían irse de España. No os vayáis, que os queremos, precisamente porque sois tan españoles como los de Chiclana o Venta de Baños, pudo haber dicho el Rey. Pero nada de eso, ni tan siquiera una llamada al diálogo hubo en aquel discurso, áspero como el granito sin pulir. Acababa este Ojo aquella mañana con algunas preguntas, que podemos resumir en si la intervención del Rey habría servido para aumentar el número de monárquicos o el de republicanos. ¿Qué habrán pensado de ese discurso de Felipe VI, decíamos, los cientos de miles de catalanes que ayer llenaban las calles de Cataluña? Hoy, casi cinco meses después, asistimos a los desplantes al Rey de la alcaldesa Colau o del presidente del Parlament, Roger Torrent. Veremos, también, la reacción popular. Lo que dijimos: aquel discurso, una operación de alto riesgo.