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El genio de Leonardo

Cada cierto tiempo se descubre un nuevo manuscrito de su puño y letra o se le atribuye el honor de ser el pionero de algún invento moderno. Los escritos de Leonardo abarcan la friolera de 7.000 páginas recogidas en varios cuadernos y códices (218, si hemos de ser precisos).

SER Historia: Leonardo Da Vinci (06/05/2018)

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Madrid

Sus manuscritos están redactados de derecha a izquierda (es la llamada «escritura de espejo») y no porque fuera zurdo (que lo era), sino porque era amigo de los criptogramas y de las verdades disfrazadas. Uno de los campos de estudio en los que más tiempo invirtió fue en la observación del movimiento de las aves. En uno de sus cuadernos escribió: “Si las aves pueden mantenerse por medio de las alas en el aire, si los enormes navíos pueden, por medio de sus velas, flotar sobre las aguas, ¿por qué el hombre ––ser superior de la Tierra–– no ha de poder ser dueño de los vientos y remontarse triunfador por el espacio...?”

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Según su primer biógrafo, Vasari, Leonardo era hermoso, afable, generoso y un excelente conversador, querido por todos. Se interesaba por cualquier fenómeno que fuera novedoso en la época que le tocó vivir. Llegó a escribir: «No imites a nadie. Haz que cada obra tuya sea un fenómeno de la naturaleza». Y esta idea la llevó hasta las últimas consecuencias en varias de sus creaciones, como ocurre en sus artefactos destinados a que el hombre pudiera volar a semejanza de los pájaros. Se cuenta que una de sus costumbres filantrópicas cuando vivía en Florencia era comprar pájaros enjaulados para darles acto seguido la libertad y observar su vuelo. La gente le tomaba por loco. Los intentos que hizo para materializar esos vuelos con su ornitóptero fueron un fracaso. Con una infinita paciencia, concibió modelos de dos, tres y hasta cuatro alas, llegando a diseñar un timón que, unido a la cabeza del aeronauta, dejaría libres los brazos y las piernas, para invertir toda su fuerza en el aleteo.

Varios de estos diseños de artefactos voladores aparecen en algunos folios del Codex Atlanticus (Milán) y del Codex B (París), donde encontramos máquinas que mueven palas semejantes a las de los molinos y que, de inmediato, se asocian con las del helicóptero. El periodista Juan Antonio Cebrián resume perfectamente su personalidad hiperactiva, en su obra Pasajes de la historia (2001), diciendo que Leonardo: “Consiguió que su día tuviera veinticinco horas, por la mañana pintor o arquitecto, durante la tarde ingeniero o botánico, la noche la llenaba de fiestas y placeres, dejando la madrugada a la práctica forense. Claro está que, en cualquier momento de la jornada, podía llegar la inspiración, y entonces soltaba todo, para entregarse por completo a la meditación, único alimento que recibía la mente más lúcida y privilegiada del gran Renacimiento italiano”.

Cabe preguntarnos, como hizo Sigmund Freud, si se trataba de un hombre que despertó demasiado pronto de entre las tinieblas, mientras los otros seguían durmiendo...

 
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