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Cannes: El feminismo imparable en Irán

El iraní Jafar Panahi, gran ausente por su arresto domiciliario, protagonista este domingo en el Festival de Cine de Cannes con 'Trois visages', un retrato sutil de la lucha de las mujeres en Irán

La francesa Eva Husson presenta 'Las hijas de la guerra', una historia feminista sobre las guerrilleras kurdas contra el Daesh

News conference for the film "Three Faces" in competition – Cannes, France May 13, 2018. Cast member Behnaz Jafari holds a card with the name of the director Jafar Panahi during a news conference / ERIC GAILLARD Reuters

Cannes

Uno de los problemas del feminismo de los últimos años ha sido haberse olvidado, en gran parte, de la situación de las mujeres fuera de Occidente. El #MeToo ha sido el gran movimiento feminista de la industria del cine, pero se ha circunscrito prácticamente a Hollywood, a Estados Unidos. Sin embargo, hay algo de ese movimiento que ha prendido también en otros países. Por ejemplo, Irán.

El director iraní Jafar Panahi, en una especie de arresto domiciliario en su país, lleva años apañándoselas para seguir rodando películas. Primero rodó en su casa el documental Esto no es una película, donde denunciaba su detención. Después en un taxi por las calles de Teherán, Taxi-Teherán, que ganó el Oso de Oro en Berlín. Ahora se estrena en el Festival de Cine de Cannes Trois Visages, una cinta sobre tres actrices, de tres generaciones diferentes, en la que muestra las dificultades de las mujeres para decidir por sí mismas sobre su vida y su futuro.

Las actrices Behnaz Jafari y Marziyeh Rezaei y el propio Panahi se interpretan a sí mismos en este viaje por el Irán más rural, cercano a la frontera con Turquía. La actriz famosa recibe un vídeo pidiendo ayuda de una joven que quiere ser actriz, pero su familia se lo prohibe y acude, junto al director en su ayuda. “Hay tres mujeres, una actriz retirada, una mujer que no vemos en el filme, lo que puede ser un mensaje de cómo la presencia física puede ser eliminada por la autoridad, pero la presencia artística nunca se puede eliminar. La generación del presente, que tiene una fuerte presencia, que tiene poder, que toma de decisiones y, también la tercera generación, del futuro. A esta generación de jóvenes, Panahi quiere darle la energía y la esperanza a las mujeres para luchar en el futuro. Es película da mucha energía a todas las mujeres iraníes. Es el mensaje que podemos dar a las iraníes y al mundo”, explicaba la montadora del filme en la rueda de prensa Mastaneh Mohajer.

Una cinta feminista para un director que siempre ha tratado los problemas de la mujer en Irán, por ejemplo, sexismo en El círculo, o la discriminación de las mujeres en eventos públicos, como los partidos de fútbol en Fuera de juego. “Casi todas sus películas han girado sobre la cuestión feminista. El #MeToo del que todo el mundo habla, ha comenzado a andar en una dirección que espero que continúe. Lo importante es que hemos empezado a hablar de eso, también en Irán”, reconocía la cineasta.

“Lo que ha pasado con Weinstein creo que no se debe a una geografía particular, es algo mundial. Para nosotras, las experiencias son algo diferentes, pero si que es algo que concierte a todo el mundo y que no tiene límites geográficos”, añadía la protagonista, la conocida actriz Behnaz Jafari, que reconocía haber recibido llamadas de jóvenes actrices pidiéndole ayuda. También la joven protagonista explicaba que muchas amigas suyas, que estudian interpretación en Teherán tienen problemas similares a los de su personaje. “Muchas amigas tienen ese problema. En el caso de los chicos que quieren ser artistas, tienen dificultades por el dinero. Pero en el caso de las mujeres es por una cuestión de tradición de cultura que les impide ser actrices”, contaba Marziyeh Rezaei.

Trois visages es también la vuelta a un cine mucho más cuidado, más colorido y con diálogos donde el humor acaba saliendo, pese a la seriedad del problema que trata. Panahi se traslada a campo y a un cine más cercano a Kiorastami y que retrata diferentes mundos que conviven en su país. El guion es de una sutileza tal, que a penas sorprende cuando menciona su propia situación, vigilado por el estado y con la prohibición de salir al extranjero. De hecho, Panahi no ha podido venir a presentar la película en Cannes, a pesar de que el Festival y el gobierno Francés pidieran a Irán que le dejara venir. “Hay mucho apoyo de la gente, se puede ver en internet, Instagram. Mucho apoyo popular sobre todo después de la premier en Cannes. Apoyo de los cineastas. Toda la sociedad cinematográfica han pedido al gobierno que pueda salir con su película. Desde ayer, hay cineastas muy conocidos que se han sumado”, decía la montadora.

Las iraníes han mostrado que están a la cabeza del feminismo en Oriente Medio. A pesar de las restricciones, convocaron una manifestación el pasado 8 de Marzo, día de la mujer, frente al ministerio de Trabajo. Era la primera manifestación feminista desde 2006. Por eso, es tan poderoso el mensaje de esta cinta de Panahi, cuyo equipo espera que se pueda estrenar en su país. Poderoso también es el mensaje de Las hijas del sol, de la francesa Eva Husson, presentada en Cannes.

Rodada de manera muy convencional y a veces algo cursi, el filme, uno de los pocos dirigidos por mujeres en la sección oficial, sí propone algo novedoso: la visión de la guerra desde la mirada de las mujeres. Husson retrata a un grupo de guerrilleras kurdas, que ha sobrevivido a todos los crímenes que pueden cometerse contra una mujer: violación, maltrato, más violación y asesinato de sus hijos. Es cierto que muchas películas han retratado las violaciones masivas durante las guerras, pero es de las pocas veces que la mirada está puesta en la mujer, en cómo ellas sienten y cómo ese dolor les lleva a luchar contra el Daesh.

El Kurdistán es una región de Asia Menor repartida entre Turquía, Irak, Irán y Siria, históricamente reclamada por los kurdos, conocidos como “la etnia sin Estado” y es uno de los enemigos del Estado Islámico, al no considerarlos verdaderos musulmanes. Las mujeres kurdas llevan tomando puestos de responsabilidad en la guerrilla y el ejército desde los años noventa.

Esa lucha es la que ha inspirado para su segunda película a la directora francesa, después de su opera prima Bang Bang, la crónica erótica de un grupo de adolescentes. En ella hay un abuso del flashblack y del sentimentalismo para contarnos el pasado de estas mujeres, que se convierten en feministas y hacen de la soroidad su motor de lucha. Una película fallida, pero que abre el camino a que las mujeres rueden películas bélicas y muestren que las mujeres juegan un papel fundamental también en las guerras, no solo como víctimas.

 
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