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Aceptar la invitación para una fiesta de Pizarro no fue buena idea

Atahualpa acababa de ganar una guerra y recibió una invitación de Francisco Pizarro, decidió aceptar para ir a conocer al español. Mala idea

Aceptar la invitación para una fiesta de Pizarro no fue buena idea

Aceptar la invitación para una fiesta de Pizarro no fue buena idea

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No debería meterme en berenjenales relacionados con la conquista de América, que luego lleno el Facebook del programa de mensajes deseándome una rápida y violenta entrada en los libros de historia. Dicho esto, vamos a hablar de Pizarro.

O mejor dicho, vamos a centrarnos en el que nos va a traer el consuelo histórico de la jornada: el último Inca, Atahualpa. El joven inca había librado una guerra civil durísima contra su hermano después de la muerte de su padre, el anterior gobernante. Y claro, había decidido que se merecía un break y se fue a lo que era el balneario de moda entre los incas, en Cajamarca. Ahí se estaba recuperando para preparar su entrada triunfal en lo que era la capital del imperio, Cuzco.

Y fue ahí donde tomó la que sin duda sería la peor decisión de su vida. Al enterarse de que Pizarro y sus 180 hombres estaban por ahí, decidió ir a ver quién era ese misterioso visitante. Pizarro, que sabía lo bien que le había ido a Cortés con lo de capturar al emperador, decidió hacer algo parecido. Invitó al inca a una fiesta en su honor. Y el 16 de noviembre, fue el día fatídico. Porque como fiesta, fue francamente decepcionante.

Los hombres de Pizarro masacraron a unos cuantos cientos de los seguidores de Atahualpa y a él lo llevaron preso para ver cuánto podían obtener por su rescate. Vamos, que el emperador inca pasó de salir victorioso de una guerra civil a encontrarse en un cautiverio que sólo acabaría con su muerte.

La moraleja de la historia de hoy es que no os fieis de las invitaciones. Y menos si os las da un español con ganas de hacerse rico rápidamente.

 
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